13 de abril de 2018.
Viernes.
NO
TENGO UN MÁSTER
Cielo cubierto de másteres, en Murcia. F: FotVi |
-Yo no
tengo un máster, ¿qué puedo hacer? ¿Quién me puede vender uno? ¿Me dirijo a la
Universidad para que le ponga precio al máster que necesito? ¡Luciría tanto en
mi currículum, me daría tanta vida intelectual, lírica y emocional, adornada de
fantasía! No duermo, pensando en el máster que no tengo. Antes se decía: «Escribe
un libro, planta un árbol y ten un hijo»; ahora debiera decirse: «No escribas,
planta un árbol y ten un máster». Es la verdad líquida de la nueva sociedad, que
no le importa bañarse en fuentes de aguas virtuales con tal de decir que nada y
guarda la ropa, o que todo acaba siendo ficticio. El mundo de lo relativo en el
que parece que cualquiera puede nadar sin ahogarse, aunque no sepa nadar. Ahora
que todo político –y personajillo- que se precie borra de su currículum másteres
y títulos que no ha hecho, yo deseo hacerme con uno que diga que soy alto y
joven, y que sé catalán. Y lo deseo, porque me interesa entrar en la Sinfónica
de las Islas Baleares, que precisa a un cuentista que recite relatos en los
intermedios de cada concierto, mientras los violines arrastran las notas de la
primavera de Vivaldi. Permíteme, Diario, conseguir un máster, sea como sea, aunque
tenga que morder un melocotón y llegar hasta el hueso, y saborearlo, y, lamida
a lamida, desgastarlo; hasta lograr morder el gajo, con su deleitoso sabor a
almendra (18:39:39).