15 de octubre de
2018. Lunes.
CORAZÓN
INDIVISO
Agua partida y compartida, en la Catedral de Colonia. F: FotVi |
-Cuando oigo hablar al
papa Francisco, mis oídos se ensanchan y mi corazón se alegra. Ayer santificó a
siete beatos y predicó una homilía plena de belleza –belleza espiritual– y
sabia. Habló del amor como entrega incondicional, como atadura buscada y
aceptada, como el único bien. Con lengua de profeta dijo: «Jesús es radical. Lo da todo y lo pide todo...: pide un
corazón indiviso». Como en la cruz, como en el pan eucarístico, como en el
perdón. Jesús, en la cruz, muere todo él, y, si se parte el pan de la eucaristía,
él se da todo en cada fracción, y no perdona un poco, sino totalmente, mirando
a los ojos. Luego añade: «nuestro corazón es como un imán». El imán atrae por un solo lado, el
lado de Dios, o el lado de las cosas. Y se trata de elegir: a Dios o a las
cosas. Las cosas –dinero, poder, excelencia humana, éxito, dominio– pasan; Dios
queda. Siete santos –Pablo VI, Óscar Romero, Francesco Spinelli, Vincenzo Romano,
Nunzio Sulpricio, María Katharina y Nazaria Ignacia–, los últimos, de momento,
que han experimentado y dado fe de que esto es verdad y les ha hecho felices, les
ha ayudado en sus vidas; han sido testigos –mártires– del amor de Dios por los últimos.
En ellos, Diario, Dios se ha dado a los descartados, ha entrado en la
desesperación de la pobreza y la ha salvado, la ha llenado de puertas de salida; la pobreza,
por el amor de Dios, ha sido riqueza, comunión, liberación definitiva