15 de agosto de 2019. Jueves.
AZUL
SORPRESA
Entre azules, asciende el azul. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Celebrar la Asunción de
la Virgen, es como mirar al cielo y quedar enganchado en el Azul. Primero la
mirada, luego el sentimiento, y, por fin, la razón. El corazón habla en azul, que
es distinto de hacerlo en rojo –guerra–, o en negro –muerte. O en morado,
delirio. Para mirar, me quedo con el azul, que es color de fidelidad y
confianza. De iluminación. Color que toca lo divino, y lo hace humanidad. El
azul hace que Dios vea la tierra como un lugar habitable para su gracia y su
mano tendida. Es el amigo Azul que llega al azul, y lo redime de sus
imperfecciones. Dios elige para vivir antes de nacer como su casa el azul del
vientre de María, como un temblor inexplorado de virginidad, lugar para el
reposo y para armarse Dios-hombre entre los hombres, y poder así morir y de
este modo redimir. Dios no podía morir, pero el Dios-Hombre, sí, y fue lo que
hizo, después de, obedeciendo al Padre, nacer de María. Luego, cuando la María
murió, fue ascendida al cielo por voluntad de Dios, como el que aspira el amor
en un beso, como el que toma a la Madre amada y la acomoda junto su Ser divino.
Quien puso su carne al servicio del Hombre-Dios, no podía caer a tierra y ser
allí condenada a la corrupción, al gusano, al pavor de la negrura. Así que se hizo el
vuelo azul de su cuerpo hasta Dios. «Profundiza en columna que no cesa, / se
nos va, se nos pierde, pincelada / de espuma azul, en el azul sorpresa». Es Gerardo
Diego, haciendo que las palabras digan lo que el sentimiento enuncia: María,
Diario, «pincelada de espuma azul, en el azul sorpresa»; allá, un Azul, el de María, se
pierde en otro Azul, el de Dios (18:17:22).