28 de mayo de 2019. Martes.
BENDICIÓN LAICA
La tolerancia es frágil, en Casa Sacerdotal. Murcia. F: FotVi |
-Esta mañana cae en mis manos el Tratado sobre la tolerancia de Voltaire.
Y cae como una bendición laica, como el dulzor de un dátil que voy a intentar
gustar. Lo leo con delectación. Voltaire, el hombre que abrió las puertas a la
Ilustración y clamó contra la superstición. La tolerancia, esa virtud tan
inusual y, sin embargo, tan necesaria, está en entredicho. La sociedad no es
muy dada a ser tolerante; por el contrario, se afana en la intransigencia y el
fanatismo. El fanatismo siempre arde en la fogosidad y el delirio, y no en lo
razonable. Se ha visto en estos meses de elecciones y mítines. Se eleva la voz,
se cierra el puño, y se promete lo que nadie tiene, salvo el que habla, quizá. El
que habla tiene sueños en la boca y los dice, sin pensar que tiene que
despertar y que se va a encontrar con la realidad, que nunca es como la había imaginado.
Dice Voltaire: «La religión fue instituida para hacernos felices en esta vida y
en la otra. ¿Qué se necesita para ser feliz en la vida futura? Ser justo. ¿Y para
ser feliz en esta? Ser indulgente». Es decir, ser paciente con los defectos
ajenos, que siempre serán muy parecidos, si no iguales, a los que uno mismo
tiene. A un servidor, Diario, siempre lo persigue el espejo de su conciencia,
como una página donde se escribe su vida, tan deleznable unas veces y tan pura
otras, o tan materia y tan música de Dios siempre (18:27:14).
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