miércoles, 29 de mayo de 2019

29 de mayo de 2019. Miércoles.
SUBIR AL EVEREST

Muerte en el Everest, vanidad. F: Google 

-Se ve que es un placer ascender al Everest y morir en el intento. Hasta hace poco, subir al Everest era una hazaña, que pocos conseguían; ahora es un desmadre, y, cualquiera se pone en la cola –¡oiga, no se cuele usted!– para poder decir: «¡He pisado la cima del Everest!». Y, claro, si en la espera te aguarda la muerte, todo se hace humo, pedantería, aire. A veces, la soberbia de la vida juega estas malas pasadas. Es como el que se duerme con un cigarro encendido y arde la cama donde descansa. Hoy he visto las inmensas colas zigzagueando montaña arriba, y he sentido pánico, por las personas y por el entorno. ¡Cómo se lamentará el paisaje humillado por el pie del hombre! Y me ha venido a la mente, como un guiño de sabiduría, una sentencia del Eclesiastés: «Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír». Pero «¿No os cansáis de destruir la tierra?», podría seguir lamentándose la sabiduría. Y lo hace: «He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos». En el Everest se atrapan vientos, Diario, y muerte, en la que el frío se acentúa hasta bajar la temperatura de menos cero hacia la nada, donde hasta los sueños se hacen carámbanos, es decir, nieve congelada que gotea ausencia, retirada, derrumbe (19:32:36).

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