viernes, 16 de agosto de 2019

15 de agosto de 2019. Jueves.
AZUL SORPRESA

Entre azules, asciende el azul. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Celebrar la Asunción de la Virgen, es como mirar al cielo y quedar enganchado en el Azul. Primero la mirada, luego el sentimiento, y, por fin, la razón. El corazón habla en azul, que es distinto de hacerlo en rojo –guerra–, o en negro –muerte. O en morado, delirio. Para mirar, me quedo con el azul, que es color de fidelidad y confianza. De iluminación. Color que toca lo divino, y lo hace humanidad. El azul hace que Dios vea la tierra como un lugar habitable para su gracia y su mano tendida. Es el amigo Azul que llega al azul, y lo redime de sus imperfecciones. Dios elige para vivir antes de nacer como su casa el azul del vientre de María, como un temblor inexplorado de virginidad, lugar para el reposo y para armarse Dios-hombre entre los hombres, y poder así morir y de este modo redimir. Dios no podía morir, pero el Dios-Hombre, sí, y fue lo que hizo, después de, obedeciendo al Padre, nacer de María. Luego, cuando la María murió, fue ascendida al cielo por voluntad de Dios, como el que aspira el amor en un beso, como el que toma a la Madre amada y la acomoda junto su Ser divino. Quien puso su carne al servicio del Hombre-Dios, no podía caer a tierra y ser allí condenada a la corrupción, al gusano, al pavor de la negrura. Así que se hizo el vuelo azul de su cuerpo hasta Dios. «Profundiza en columna que no cesa, / se nos va, se nos pierde, pincelada / de espuma azul, en el azul sorpresa». Es Gerardo Diego, haciendo que las palabras digan lo que el sentimiento enuncia: María, Diario, «pincelada de espuma azul, en el azul sorpresa»; allá, un Azul, el de María, se pierde en otro Azul, el de Dios (18:17:22).

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