domingo, 19 de abril de 2020

19 de abril de 2020. Domingo.
DOS OCASOS Y LA PAZ

Cruz vacía, tras la Resurrección. Vilna. Lituania.

-«Al anochecer de aquel día», así empieza el evangelio de este domingo en la liturgia católica. Cuando lo he leído, me han venido a la mente los dos ocasos o atardeceres de la actualidad en nuestras vidas. El ocaso de la pandemia y el del miedo por el porvenir. Eran poco más o menos lo dos mismos ocasos que cita el evangelio y que tenía encerrados a los discípulos: el del atardecer natural del día, «el primero de la semana», dice, y el del miedo a los judíos. Encerrados, confinados, recluidos, y por circunstancias diversas. Sin esperanza. Desconfiando unos de otros y el oído atento a los ruidos de la puerta. Como aves atrapadas en una red de cazador. Aunque les habían llegado noticias de la resurrección de Jesús, nos las tenían todas consigo. Sería interesante saber de qué hablaban en aquel momento. «Dicen las mujeres», comentarían entre ellos; pero quién se fía de eso que dicen de que el sepulcro estaba vacío y que habían visto a ángeles y no sé cuántas cosas más. Total, desconfianza, dudas, todo temores. Y nervios. Era el atardecer del día y tenían miedo a los judíos. Cuando, de pronto, y sin forzar las puertas, de un modo natural, se les aparece Jesús. Les dice: «Paz a vosotros», su gran discurso, tres palabras, al tiempo que les enseña las llagas de sus manos y su costado. Es decir, para que creyeran en su resurrección, les enseña su pasión y su muerte, los mete en su Calvario. Y les da la paz. La visión de la pasión, les lleva a creer en la misericordia. Así Jesús les hace olvidar su soledad -la soledad de Dios- y los miedos que ésta les acarrea. Dice Facundo Manes, psicólogo, que «la soledad –y el miedo que lo soledad origina– matan más que la contaminación, la obesidad, o el alcohol». Es decir, Diario, los otros modos de pandemias; las pandemias del egoísmo, del confinamiento, del descarte. Jesús viene a traer la paz y a borrar los miedos, y lo consigue (18:08:26).

sábado, 18 de abril de 2020

18 de abril de 2020. Sábado.
LA RISA DE LA NOCHE

¿Saliendo de la pesadilla?. Torre de la Horadada. 

-El llanto de abajo, se ha instalado en el cielo, que aparece de nuevo plomizo y de un gris sucio. Como para dar miedo; solo falta la puerta que se abra en la oscuridad y luego se cierre violentamente. Como en aquellas Historias para no dormir, de Ibáñez Serrador, que nos quitaban el sueño; pero que nos abrían la imaginación. Imaginación que luego se desliaba en la noche, y, sobre aquella historia que habíamos visto, se forjaban otras tantas historias unas veces crueles y otras pintorescas. Estamos viviendo una especie de sueño aterrador: la parte mala del sueño, la del virus invisible que nos persigue y que tememos que nos pueda dar alcance; pero que, al despertar y ver que hemos salido ilesos de sus garras, sentimos un infinito alivio. Es lo que pienso ahora: el día en que pueda salir y ver los árboles de la orilla del río, estrechar una mano amiga, dar un abrazo o un beso al ser querido. Y llorar, llorar de alegría, Diario; y es que, cuando la alegría se desborda, se hace llanto, vapor de gozo, exhalación de risa. Como el borbotón del volcán, o como el Big Bang, que luego se multiplicó en estrellas, en alegría y risa de la noche, en mundos nuevos (19:16:19).

viernes, 17 de abril de 2020

17 de abril de 2020. Viernes.
HOY, DÍA DE LA VOZ.

Via Crucis del silencio. Roma. 

-Y sigue lloviznando en Murcia; es decir, sigue el llanto. Con la lluvia, el campo se alegra, y la tierra sembrada, y el pájaro que bebe en los charcos improvisados en la ciudad o el camino; pero el llanto, por las muertes de cada día, nos ahoga. El sol se deja ver, a intervalos, como un bello rostro entre velos, los velos de la Amada, de los que habla el Cantar de los Cantares. Para decirnos –hoy día de la Voz– que todavía hay esperanza, que los que queden, algún día sonreirán. La Voz es la que estructura y hace sonoro el lenguaje; en cada una de las letras que pronuncia, lo hace entendible, casi tocable. Recuerdo el asombro y el gozo que experimenté el día que, de niño, pude decir la letra «A», y lo que significaba. ¡Cómo la saboreé en la boca y cómo la fui repitiendo de la escuela de párvulos a casa! Para no olvidarla. Como si me hubiera brotado una luz nueva en la boca, que me obligaba a trasmitírsela a mi madre, e así iluminarle la sonrisa. Y lo hice, y, con la sonrisa, le iluminé también un abrazo, abrazo que siempre llevé ceñido a mi recuerdo, como algo que me liberaba. He leído en un periódico esta mañana: «Quieren apagarnos la voz». Por favor, la voz, no. Que no me censuren la voz, Diario, que así matarían del todo mi vejez. Déjenme gritar, por lo menos, que quiero vivir, y vivir libre y sin mordazas; que pueda seguir diciendo: Dios, amo, familia, tengo hambre, vuelo…, sin tener que esconderme, amordazado, en el lugar oscuro de la intolerancia, de la persecución, o del fanatismo ideológico. No; la Voz, no (12:14:38).

jueves, 16 de abril de 2020

16 de abril de 2020. Jueves.
EL HADA BUENA

El hada buena, entre flores. Pamukkale. Turquía.

-Esta mañana –la 33 desde el confinamiento, ¡treinta y tres ya, Señor!– nos ha deparado un sol como una patena de oro, espléndido, deslizándose por una pista azul, que al poco se ha cubierto de nubes, velándose así ese azul de vestido de hada buena con que había abierto el día. Es decir, día de luz y tristeza, todo hecho manojo y gavilla, como la vida misma. La luz está en las personas que, al mirar, encienden la claridad, los samaritanos del bien, y las otras, las que, al andar, van dejando tras de sí un reguero de maldad, un excrecencia de gusanos. Ejemplo: el caso de la ginecóloga Silvana Bonino en Barcelona, que, al ir a coger el coche para incorporarse a su trabajo, encuentra una pintada en un lateral del mismo: «RATA CONTAGIOSA», y las ruedas pinchadas. Lo positivo: el de la misma Silvana Bonino, ginecóloga, que, jugándose cada día la vida, atiende a sus pacientes, dejando a sus hijos con su marido en casa. Lo deja todo por servir a los demás. El día, pues, se ha vestido de condición humana; es decir, un día de risa y llanto, de sufrir e irritase, y de aplaudir, como hacen los humanos llenos de humanidad desde el balcón de su corazón. Y rezar, Diario, que también, para que el virus no nos mate también la esperanza; la esperanza que se fortalece con la fe y el amor, y la misericordia (12:41:18).

miércoles, 15 de abril de 2020

15 de abril de 2020. Miércoles.
LLANTO DE LA INCERTIDUMBRE

La paloma de la paz, esta mañana, en mi balcón. Murcia.

-Me despierto con la lluvia rociando la ciudad, como un bautismo beneficioso y limpio. «Que nos lave la lluvia de tantos errores y miedos», pido. Es hermoso oír caer la lluvia, si estás bajo techo y tras los cristales. Lo peor es cuando careces de ese techo y te mojas, sin saber por qué te ha tocado a ti esa otra pandemia de la pobreza. La pobreza que está ahí, con frío en invierno y escasez siempre, sin que nunca sepas cómo ni de dónde te vino. Solo que te atrapó a ti, pobre-pobre de siempre, mendigo que se moja sin remedio. ¡Ah, la lluvia, si con ella todo se lavara! Al final de la mañana, ha salido el sol, pero con zapatillas de andar por casa. Quiero decir, débil y enfermizo. Enfermizo como el mundo, como nosotros. Solo las aves y las mariposas, con las nubes, vuelan. Abren la paz de sus alas sobre nosotros, y nos invitan, sin dejar la tierra, a volar y tocar el cielo, las suelas de las sandalias de Pedro, el pescador: el que tanto sabía de las miradas y la misericordia de Dios. Pero el sol, Diario, se vuelto a esconder; quizá para llorar con la lluvia el llanto de la incertidumbre, el de nuestra perpleja orfandad (18:26:03)

martes, 14 de abril de 2020

14 de abril de 2020. Martes.
EL ÁRBOL DE LA TRISTEZA

Árbol de la tristeza. Tras el Hospital. Murcia.

-Miro desde la ventana de mi estudio –es un modo hiperbólico, hinchado, de nombrar el lugar donde trabajo– y me doy de bruces con unos inmensos árboles: las casuarinas. Estos árboles tienen su origen en los antípodas: en Australia, Malasia, Polinesia. Y superan en altura al edificio de ocho pisos donde cuidan de mi vida, hecha esta de muchos años y muchos más anhelos de amor y libertad. Estos mismos anhelos son también los afanes del árbol y de la planta, sin excepción. Se trata de ser libres, y de amar. ¿Libre un árbol? ¿Ama un árbol? Y mi respuesta es afirmativa: el árbol es libre creciendo hacia lo alto, yéndose hacia las alturas; y ama, diciéndole con sus raíces a la tierra : «Te amo, madre Tierra, te amo». Al casuarina se le llama el árbol de la música; de la música, porque cuando les da el aire – yo lo he percibido – suena como un órgano de catedral: su música es suave y melodiosa, como si fuera el Bach de los árboles. Estos árboles viven en hilera tras el Hospital Reina Sofía, como un signo de lo que es la vida y los sueños, que nunca debieran morir. Ahora, en tiempo de confinamiento, con la humildad del árbol, Diario, me inspiran y me enseñan a vivir; pero mirando al cielo, siempre, y amando a la tierra: a la tierra, como nuestra casa, y al cielo, como nuestra esperanza (13:22:21).

lunes, 13 de abril de 2020

13 de abril de 2020. Lunes.
EL CORONAVIRUS Y EL ASCENSOR

Escalera: ascensor antiguo. Rumanía. 

-En una casa de ocho pisos el ascensor es fundamental y necesario para ascender y descender. Es como si un ángel nos llevara en las palmas de sus manos, y nos elevara al cielo –al 8º– y nos bajara a un infierno sin fuego –el -1. (Donde queda el garaje). Yo me imagino al ascensor como un aleluya que exalta y un miserere que hunde. Pero siempre sirviendo. El de la Casa es un viejo ascensor, que, subiendo o bajando, chirría siempre, pero que, dando antes dos tironcitos, acierta a dejarte con suavidad en el piso adonde vas. Ahora está desorientado: apenas se usa. Y eso a pesar de ser un artilugio al que nunca hablamos, lo utilizamos sin percatarnos de que existe, como le suceden a nuestros zapatos, al cepillo con el que nos sacudimos al salir, o a la cuchara con la que nos llevamos el guiso a la boca. Yo de vez en vez, cuando lo usaba, le solía decir: «Hola, viejo», y él, desde sus cables y poleas fatigadas, acostumbraba a responderme con un ronquido amable de agradecimiento. Hoy lunes, con la carga del coronavirus intentando quitárnoslo de encima, y el gozo de la Pascua de Resurrección, hago un propósito: hablarle más al ascensor, y al libro que leo, y a la almohada en la que descansan mis sueños, y al gorrión que veo saltar de árbol en árbol. Es decir, a todo aquello que hace posible que la viva me sea agradable y no aburrida. Y de este modo, Diario, aprenderé a agradecer a las personas y las cosas que me sirven, lo mucho que las estimo y el reconocimiento que me merecen. Gracias por todo, personas, cosas que me ayudáis a sonreír, y a soñar, y a vivir, gracias (12:56:19).

domingo, 12 de abril de 2020

12 de abril de 2020. Domingo.
SANTOS DE LA PUERTA DE AL LADO

Flor de la crucifixión, y de resurrección. Torre de la Horadada. 

-Apenas se deja oír el aleluya, porque hay demasiada tristeza y llanto en el mundo. Pero yo, con dolor y entre lágrimas, lo voy a decir: ¡Aleluya! Aleluya contra la muerte, contra la desesperanza, contra las dudas infinitas. (Las dudas me revolotean en la cabeza como una bandada de pájaros raros, agoreros). Aleluya por tantas personas que, con mascarilla y guantes, con el valor de los héroes, y mirando de cara a la muerte, nos salvan cada día. Ejemplo: las señoras de la Casa, que, como entre rejas, nos alimentan cada día. Como el gorrión a sus crías. Dos veces al día, con una sonrisa y un metro y medio de distancia. No para protegerse ellas, sino para protegernos a nosotros. Aleluya por ellas, pues, por sus miradas, por sus manos maternales, por su amor. Aleluya también –mezclado con lamentos–, por la pobreza que es aliviada por los samaritanos que surgen cada vez cuando cae apaleada a la orilla del camino. Caritas y otras ONG. O como dice el Papa Francisco: «Los santos de la puerta de al lado». Y frente a la muerte, aleluya por la vida, que es el don irrepetible e intransferible, y que se nos ha regalado a cada uno. Y con este canto de aleluya, os doy mi pequeño poema, como contribución a la alegría por la Resurrección de Jesús, el hijo de Dios, con el que camino.

ALELUYA

¡Aleluya!
Dios es Padre,
e Hijo en el que se da,
y Espíritu Santo
en el que alienta,
y Madre, porque es Amor.
¡Aleluya por tal Pascua!

Aleluya, Diario; aleluya por tal Pascua (11:10:55).

sábado, 11 de abril de 2020

11 de abril de 2020. Sábado Santo.
LA MORADA DEL DOLOR

La Cruz siempre, en iglesia escavada en la roca. Valle Göreme. Turquía.

-Y quedó ahí, en la Cruz, como un señuelo de paz, de dolor, de libertad. Con los ojos caídos, cegados por la sangre, pero, desde el interior –ese mundo enigmático, velado–, mirando al cielo. El dolor terrible de Jesús, anclado en la dirección de todos los vientos. El dolor es libertad si se abre al espacio y logra salir de uno y hacerse luz y fortaleza en el otro. Con el dolor se libera el sufrimiento, y se hace salvador. Es el misterio de la cruz: depositar el dolor de la cruz en las manos de Dios y que él lo transforme en lugar de salvación. Es lo que he pretendido expresar en este poema, que he titulado:

LA MORADA DEL DOLOR

 Es el dolor –¡ya sé, ya sé!–, que llama;
 y: «¡No estoy, no estoy!», digo. Pero insiste
 la daga de su luz. Su ciervo embiste
 mi corazón, que en llanto se derrama.

 Mas le abro, y soy dolor con él y llama
 de vida que me llama, y no estoy triste,
 aunque sea el dolor el que me viste
 de extraña claridad. De rama en rama

 aleteo el dolor es, vuelo y caída,
 que solo cuando muere él enmudece.
 Mas te quiero, dolor, luz encendida,

 hoja nueva, afirmación renovada.
 Ven, dolor, a mi casa, que anochece:
 quédate en ella y salva mi morada.

El dolor, Diario, mi morada, tu morada, nuestra morada natural, en la que vivimos, y de la que un buen día saldremos purificados, liberados (12:07:24).

viernes, 10 de abril de 2020


10 de abril de 2020. Viernes.
QUEJAS DE AMOR DE UN CORAZÓN ENAMORADO

Las cruces del mundo. Colina de las Cruces. Lituania.

-Hoy Viernes Santo, veo a Jesús clavado en la Cruz de la pandemia, triste y ensangrentado, con los ojos nublados por la sangre y el desconcierto, y clamando: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Es lo primero que viene a llenar el grito del que cree sufrir la injusticia, la soledad, la incertidumbre, la crueldad del dolor. El dolor es por naturaleza desconfiado. Y pide cuentas. Pero, aunque Jesús en este caso parece desconfiar, la verdad es que no deja de confiar. Grita, porque sabe que alguien lo está escuchando, y sabe que ese Alguien vendrá en su ayuda. Es lo que deseo expresar con este poema, en el que se exalta el amor, al tiempo que expresa el temor de no poder soportar la inmensidad y el peso de este amor.

QUEJAS DE AMOR
DE  UN CORAZÓN ENAMORADO

                                   Ya estoy, Señor, de tu dolor servido,
                                   que un trago de tu copa yo he gustado;
                                   los clavos de tu cruz me han traspasado
                                   manos y pies, y en ella estoy rendido.

                                   ¿Por qué tu amor así me ha sorprendido,
                                   dejándome sin pies y maniatado,
                                   sin libertad, Señor, mas tan librado?
                                   ¿Tan celoso es tu amor y tan crecido,

                                   que así mi corazón retienes preso?
                                   No huiré, Señor, que sólo en tu ternura
                                   amores y delicias mi alma halla.

                                   Mas no cargues mis hombros con el peso
                                   de tanto amor y tanta galanura,
                                   por si mi corazón no puede y falla.

Así es, Diario, «por si mi corazón no puede y falla» (11:02:17).


jueves, 9 de abril de 2020

9 de abril de 2020. Jueves.
LAVATORIO DE LOS PIES-POEMA

Jesús lava los pies a la humanidad.  F. Googel

-El jueves, antes de ir a sufrir la pasión, Jesús, que estaba cenando con los suyos, «se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoles con la toalla que se había ceñido». Y uno de los discípulos, con los años, recordaba, emocionado, todo esto así:

Contaba Juan que Jesús,
“habiendo amado a los suyos,
que estaban en el mundo”
(tú, yo, el amigo, el que no lo es,
el traidor, el oficialmente bueno,
el oficialmente malo, el más pobre,
el que lo es menos, el que tú sabes,
el que Dios sabe, todos),
“habiendo amado a los suyos,
los amó hasta el extremo”.

Y oía al pueblo decir:
¡Te amó, me amó, nos amó!

Y recordaba:
“Estaban cenando y Jesús,
sabiendo que el Padre
había puesto todo en sus manos,
se levanta de la cena,
echa agua en la jofaina
y se pone a lavarles los pies a los discípulos”.

Y seguía oyendo al pueblo:
Es decir, se pone a lavar los pies
a ti, a mí, al amigo, al que no lo es,
al traidor, al oficialmente bueno,
al oficialmente malo, al más pobre,
al que lo es menos, al que tú sabes,
al que Dios sabe, a todos.

Siguió recordando:
“Cuando acabó de lavarles los pies,
les dijo: ¿Comprendéis
lo que he hecho con vosotros?
Pues si yo, el Maestro y el Señor,
os he lavado los pies,
también vosotros
debéis lavaros los pies unos a otros”.

Para oír otra vez al pueblo:
Es decir, tú a mí, y yo a ti;
y tú y yo, al amigo, y al que no lo es,
y al traidor, y al oficialmente bueno,
y al oficialmente malo, y al más pobre,
y al que lo es menos, y al que tú sabes,
y al que Dios sabe, a todos.

Y, al recordar, se dijo a sí mismo:
Lavar los pies. ¿Estamos dispuestos?
¿Atarearnos con Jesús
en este acto de amor?

Y oyó de nuevo al pueblo:
Lavar los pies,
enjugar las lágrimas,
dar la mano al de manos limpias,
y al de manos sucias;
besar las llagas del bueno
y del oficialmente malo;
ceder el paso al pobre
y al que lo es menos;
dar una palabra de aliento
al que te estima
y al que te niega el saludo;
abrazar el bien
y rezar por el mal.

Y terminaba Jesús:
“También vosotros
debéis lavaros los pies;
lo que yo he hecho con vosotros,
vosotros también hacerlo conmigo”.

Y el pueblo, emocionado, dijo:
¡Amén!
Y amén, Diario, digo yo (10:19:59).

miércoles, 8 de abril de 2020

8 de abril de 2020. Miércoles.
LA BIENAVENTURANZA DEL SERVICIO

Carecer de piedad, es la pobreza más destructora. El Roto. El País

-«El cristiano existe para servir», ha dicho el Papa Francisco. Servir es ponerse en las manos y la delicadeza de la madre para atender al hijo enfermo. O llorar en las lágrimas del hijo que ha despedido a su padre en la estación de la muerte sin haberle podido dar un beso. O ponerse en el hospital la bata, la mascarilla y los guantes, y cuidar al enfermo como Jesús a los leprosos, tocándolos, dejándoles un rasgo de humanidad, una palabra, mirándolos con ojos de madre, o de amigo, con gemido. O andar con la fregona higienizando centros de salud o con la manga desinfectando lugares públicos, sin un mal gesto, con fidelidad sagrada a su oficio. O el transportista que conduce horas y horas al volante, con su familia en casa, y sin tiempo a veces para degustar un café, o dar una cabezada. O el que lleva o trae recados, como voluntario o por una propina, depende de la voluntad del servido para que la propina sea más o menos modesta, más o menos agradecida. O el que atiende a un anciano, y lo limpia, y le lleva la cuchara a la boca, y le habla con palabras amables, y le dice «amigo» o «padre», o «qué bien te encuentro», y lo deja con la sensación de haberle alegrado un poco la soledad. O el que, tras la mampara o la mascarilla, atiende al cliente en la farmacia, en la panadería, en los supermercados, y tratan de apaciguar así la enfermedad o el hambre de pan, haciéndose samaritanos del necesitado (y tirado) a la orilla del camino. Ahora pienso en lo que dijo Jesús: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia», o la bienaventuranza del servicio: pues «se existe para servirse» (12:05:42).

martes, 7 de abril de 2020

7 de abril de 2020. Martes.
DURA BATALLA

"¡Es primavera!", dice el tulipán con alegría. Estambul. Turquía. 

-Seguimos en casa, como pajarillos en sus nidos; pues la casa, según Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), es lugar de salvación, refugio seguro, castillo protector contra el caos. El caos, que hoy es un virus, pero que mañana puede ser una guerra, o una caída inesperada, o el alocado modo de avanzar temeraria y descontroladamente la humanidad. Decía Antonio Gala, que la «casa es el lugar donde uno siempre es esperado», y celebrado. La casa es el lugar de los bellos y emotivos reencuentros. O la casa del padre, decía el hijo pródigo. «Me levantaré e iré a mi padre», a mi casa, donde me aguarda el amor. Aunque haya un hermano envidioso y disgustado que proteste. La casa es el hogar alrededor del cual toman asiento los que se quieren y se miran con ojos pacíficos, y se cuentan cosas íntimas junto al fuego. Recuerdo Casas Nuevas, mi primer destino sacerdotal. Cuando llegabas a una casa y, frente a la lumbre en el hogar, te ofrecían un poco de vino y conversación, podías estar seguro de que allí tenías amigos. «Hogar es donde habita el corazón», significaba Plinio el Joven, gobernador romano. Veinticuatro días encerrados ya; y en dura batalla, aunque pacífica, con este virus, que sin dejarse ver, ataca y mata, y se reproduce a una velocidad de vértigo. Esperamos vencerlo, Diario, pero, hasta que llegue esa anhelada victoria, cuánto mal está haciendo el antipático y malhadado bicho (18:48:39).

lunes, 6 de abril de 2020

6 de abril de 2020. Lunes.
OTRA PANDEMIA

Agua de lluvia en el árbol. Lagos de Plitvice, Croacia

-He descubierto que existe otra pandemia (colateral a esta del coronavirus), y que nos la han impuesto, sin parpadear, las advertencias sanitarias. Entre las cosas que nos dicen: «No hagas esto, prívate de lo otro» (al fin todo consiste en prohibiciones: más que las del Decálogo), sin embargo, esta ha sido la que más éxito ha tenido. Ni la de no salir, no exponerte a la brisa ni a las personas (contaminan, dicen; ¡ah, la brisa y las personas!), evitar hablar a menos de un metro y medio ¿(por qué no hablar con el lenguaje de La Gomera: por medio de silbos, digo?); es decir, confinamiento total. Todo comprensivo y asumible, y aun digerible. La salud (ese don imponderable) nos lo exige. La salud por encima del dinero, del poder, del prestigio. Al fin y al cabo, es la vida. Sin vida, nada vale nada, todo es inútil, superfluo, ruina. Los gorriones, las palomas, los mirlos, señores de la calle, de los árboles. Libres como las nubes del cielo. Bajan de los tejados y comen en el suelo, mínimas cosas que ellos saben distinguir. Pues lo que decía: existe otra pandemia, ésta protectora y útil, benéfica: la de lavarse frecuentemente las manos. El jabón (se ve que el virus viene de la suciedad) la más eficaz medicina contra el Covid-19. Con el agua. Como en el bautismo, el agua lava, purifica, da vida. El agua, Diario, es gracia, sin ella nace y se hace duna insegura y variable el desierto, lugar de alacranes; con el agua, oasis protector (12:55:08).

domingo, 5 de abril de 2020

5 de abril de 2020. Domingo.
AUNQUE PAREZCA NO ESTAR

Palmas en la noche, del alma. Torre de la Horadada.

-Tras esta pandemia, el mundo será otro. ¿Mejor, peor? Creo que será más solidario, más cercano, con más hermosas miradas cruzándose entre las gentes en señal de amistad. Será un mundo, así lo espero, más espiritual, más dado a la vida interior, a ese paisaje íntimo y esencial de nuestro ser, donde nos encontramos con nosotros mismos y nos conocemos mejor. Hoy, Domingo de Ramos, no habrá palmas en las calles, ni ramos de olivo, ni hosannas al que viene en el nombre del Señor, ni la entrañable imagen de Jesús montado a lomos de una cariacontecida y tierna borriquilla. Ni habrá niños absortos contemplando esa imaginería misteriosa que camina al ritmo de los latidos de su corazón. Es decir, pausadamente, con la lentitud de la mano de la madre que se posa en la frente del hijo con fiebre. Este año todo eso se suprime, digamos (con todo respeto) que se ha desmontado el circo, la apariencia, pero no el espíritu de la fiesta. En cada uno de nosotros caminará la fe haciendo el milagro de ver a Jesús entrando en Jerusalén montado en su humildad, en su ofrenda, en su servicio a la humanidad. Y caminará acompañado de lo mejor de nosotros mismos, como uno más, a nuestro lado, diciéndonos: «Ama a tu prójimo como yo os he amado». Esos han sido, Diario, el ramo de olivo y la palma que hoy hemos llevado en las manos de la fe, ante el Cristo que pasaba, «aunque pareciera no estar» (17:51:55).

sábado, 4 de abril de 2020

4 de abril de 2020. Sábado.
SILENCIOS

Un corazón en el cielo, señal de liberación. Casa Sacerdotal. Murcia

-El coronavirus anda por el mundo como un silencio poderoso que va dejando acta de su presencia, matando. Mata y se marcha, sin otro ruido que el de la muerte y su cohorte de mudez. Afonía trágica. Es tan silencioso como un libro o la sombra del árbol, pero infinitamente más dañino. Hay silencios que destruyen y silencios que instruyen. Por ejemplo, matan los silencios de los ojos del tigre mientras eligen su presa, e instruyen los garabatos de las líneas escritas del libro, que, en tanto las descifras leyéndolas, te van dando sabiduría y belleza, y una ética, o moral, con la que vivir en paz contigo y con el vecino más próximo. Tu prójimo. Hay silencios que gritan y otros que reptan como el de las serpientes. El silencio del coronavirus repta y muerde, y deja la herida, que, si no mata, tardará en cicatrizar. No hay grito más hermoso y silencioso que el del libro, que calla y espera a ser abierto para darnos su opinión y luz sobre las cosas, sin forzarnos, siempre en libertad. Y con el silencio de los libro, el silencio de Dios, al que, en esta infeliz pandemia,  me aferro, y le hablo, y dialogo con él, e intento entenderlo, y que me entienda, y obrar en consecuencia; es decir, proteger al prójimo y protegerme yo. Me quedo, pues, Diario, con el silencio de los libros y el silencio de Dios, tan elocuentes (18:24:59).

viernes, 3 de abril de 2020

3 de abril de 2020. Viernes.
VIERNES DE DOLORES

Viren de los Dolores, Salzillo. Viernes Santo, Murcia.

-Hoy, en una Mujer Santa, se celebra el día del Dolor. En Murcia, este viernes de Dolores, se teñía de azul, como si el cielo se hubiera caído sobre la ciudad. O que la ciudad mirara, hablara, y caminara en un paisaje plenamente azul. Miradas azules, palabras azules, pisadas salpicadas de azul. Como si un avatar de ensueño nos envolviera amablemente. María, la madre de Jesús, nos enseña a sufrir y a contemplar el sufrimiento. Para ir así asumiendo que hay que meterse en el dolor del otro, si de verdad lo amas. Ella mira el dolor de su hijo y se deja invadir por ese mismo dolor, que, como una espada, le va traspasando el corazón. Poco a poco: espada que cada vez se va hundiendo más, sin piedad, con saña golosa en sus entrañas. Lo profetizó Simeón: «Una espada de dolor te atravesará el corazón». Nada como el dolor de la madre que ve el dolor de su hijo; el hijo que salió de sus entrañas y ahora vuelve a ellas dolorido, maltratado, con la burla de una corona de espinas. Lo dijo San Juan  Pablo II: «El sufrimiento humano ha alcanzado su cota más alta en la pasión de Cristo». Y que, con la misma altura, y pavor, alcanzó también a su madre. Que lo soportó de pie, Diario, y mirando a la cruz, aunque llorosa. Hoy día del dolor, felicito, no obstante, a todas aquellas amigas que celebren su Onomástica, encerradas. De todo corazón. Y rezo por ellas: con un beso, virtual (18:29:17).

jueves, 2 de abril de 2020

2 de abril de 2020. Jueves.
LIBRO DEL NIÑO

No es esta, pero parecida, en el jardín. Torre de la Horadada.

-Esta mañana, al despertar, he visto una polilla pegada a la cortina de la ventana. Un triangulito color tierra, allí meditativo. Grande como una mariposa; pero pequeño como la fragilidad. Y me he dicho: «¿Traerá buena suerte?» Es lo que dicen de las mariposas que vuelan cerca de ti, que con sus vuelos en zigzag te rocían de bondad, de felicidad. ¡Ah!, ser felices en tiempos de pandemia, como una florecilla de almendro, que sabe que un día será fruto, y se afana en madurar. ¡Difícil, pero posible! Hoy es el día mundial del libro infantil, donde se aprenden la vida y las letras; la vida con sus contratiempos y desafíos, sus luces y heridas; y las letras, rebeldes y conspiradoras, a veces, pero portadoras de sabiduría y libertad, y donde se puede gustar el sabroso manjar de los grandes sueños y utopías, como las de vencer a los enormes y mínimos ogros, y sin olvidar a los ogros que triunfan dentro de nosotros mismos: el egoísmo, la ira, la avaricia, el no mirar a tu lado y ver al que camina junto a ti y que llamamos prójimo, el no hacer loa de la naturaleza, o el no desear poseer los cien pájaros que vuelan y soltar el que tienes en la mano, porque lo suyo es volar. Etcétera. Libros del niño: o evangelios del bien para cuando la vida azote y haya que desempolvar el recuerdo y escavar en las piedras de ayer para reconstruir la ciudad del porvenir. Libros de ayer, Diario, para el bello y libre existir del mañana, con el que hay que lidiar y salir ileso del lance (18:53:33).

miércoles, 1 de abril de 2020

1 de abril de 2020. Miércoles.
LITERATURA EN LA CALLE

Aunque de oscuro, esperando la paz. Esta mañana, desde mi balcón. Casa Sacerdotal.

-Anoche di un paso desde marzo y me encontré en abril, como si saltara de Pinto a Valdemoro. Abril, el mes de la abierta primavera, cerrado por el insidioso virus. El virus nos está coartando la imaginación y la creatividad, el trabajo y los sueños, la cercanía y la amenidad. Abril era el mes en el que se presentaban libros: poemarios, novelas, ensayos. La literatura se hacía velada, diálogo; con ella, se abría la puerta a la cultura, se entonaba un himno a la sabiduría. Los escritores, modestos o brillantes, leían sus libros, y entre el autor y el oyente se creaba una corriente de empatía que iluminaba las palabras, y se hacía casi táctil la belleza. Tocar la belleza, como se toca a un hijo o a la madre que lo cuida. O la luz y el misterio, o tu corazón latiendo al unísono con los textos que salían de la boca del autor, levitando. En abril, y en estas veladas, se celebraba la literatura y la modestia, y la creatividad sin engolamientos. Ahora, todo esto ha quedado silenciado, mutilado, el virus se ha llevado el gozo de comunicarse, de darse en la tertulia; ha silenciado la vida nueva literaria que siempre brota por abril. Pero, cuando esto pase, ahí seguirán el amor, la vida, la bondad, el paisaje, la sabiduría, el silencio, la tragedia, la persona, y las palabras, que son las que narran y embellecen este acontecimiento al que llamamos aventura humana, en verso o en prosa, pero siempre con el corazón puesto en el hermoso relato de la vida, y aun de la muerte, y con una audiencia que vibra con el poeta o se conmueve con el narrador. Esta es, Diario así la he llamado, literatura en la calle (18:58:28).

martes, 31 de marzo de 2020


31 de marzo de 2020. Martes.

UN PUNTITO PERDIDO EN EL ESPACIO

Un puntito perdido en la galaxia. Torre de la Horadada.

-«Veía yo la tierra desde el centro de la galaxia y se me aparecía como un puntito perdido en el espacio, azul, muy bello, allá lejos; ahora, ese punto ha desaparecido y todo es nada», he oído decir esta mañana al sabio, que escondía el rostro entre las manos y lloraba. Ha desaparecido de su visión la tierra, pero ha quedado un «¡ay!», que llega como una señal terrible de dolor y angustia a sus oídos. Hoy, 31 de marzo, hay dolor, sí, en la tierra. Se nos han marchado once días de primavera, días que han sido días de lluvia y frío, y un virus loco incordiando. El coronavirus, ese matón venenoso y fatídico, perturbador, hasta ahora mata y da miedo. Sin embargo, la esperanza y la fe, las dos alas que nos permiten volar más allá de nosotros mismo, han empezado a agitarse. Intentan volar. Son como el libro que siempre queda en la biblioteca, y ahí aguarda ser redimido de su soledad y su silencio. Para decirte cosas y enseñarte. Diario, cojamos los libros de la fe y la esperanza y comencemos a leer, tal vez nos salven y el viejo sabio pueda volver a ver desde el centro de la galaxia este puntito azul y bello que nos sustenta y da vida, que nos eleva y nos redime, nuestra casa común, tan maltratada, sin embargo, a veces (19:01:50).