12 de agosto de 2020. Miércoles.
SE HA ROTO LA
MAGIA
-Esta mañana no veo ningún vencejo cortar el cielo azul con su vuelo de cuchillo de alas negras; esta mañana se han roto los sueños que hacían cabriolas en el espacio: se ha roto la magia. ¿Dónde están? Leo que los primeros días de agosto suelen irse a África, volando y volando, sin detenerse, como unos obsesivos y maravillosos habitantes del cielo. Nunca bajan a la tierra, siempre en el cielo. Seguramente volarán a Uganda o Tanzania, cerca del lago Victoria, o a Kenia, a invernar, pero sin dejar de volar. Siempre con la utopía del vuelo sobre sus alas prodigiosas. Llegaron a principios de marzo y se han ido a principios de agosto, llenando los cielos, entre tanto, de hermosos garabatos voladores. Dice Carlos de Prada, ornitólogo, que «el vencejo es una especie de milagro con alas, un milagro viviente, que anida en nuestra mediocre cotidianidad urbana. Una especie de inyección de fuerza, de optimismo… y, por lo tanto, de fe». Ellos viven su fe del vuelo; yo, mi fe en la vida, en la búsqueda de la verdad, en el Dios amante y comunicativo (Joseph Ratzinger), que nos espera al otro lado del vuelo y del cielo azul. Pero también nos aguarda en la tierra, en la que, como dice Emmanuel Lévinas, filósofo judío, se halla, Diario, la «huella de Dios», en la que vive y sufre, y sueña, el ser humano, el Otro, el desvalido, el que carece de apoyo, y al que yo puedo ayudar y trascender, y venerar (11:19:35).