24 de julio de 2020. Viernes.
VERTIGINOSAMENTE
Volando juntas, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Cada mañana, cuando voy
a rezar, contemplo a los vencejos bajar de las alturas y alimentar a sus polluelos.
Lo hacen, como es su arriesgada costumbre, vertiginosamente. Dejan el manjar en
las bocas rojas y afanosas de las crías y, luego, como si abrieran con cuchillas
negras el viento, siguen sus vuelos. «El milagro de la maternidad», me digo, y
me dejo llevar en sus cabriolas, para, allá arriba, en su territorio infinito –sueño–
poder vivir la libertad absoluta, sin ninguna reja ni atadura: sin coronavirus,
sin miedos, ejerciendo el milagro de ser libres, y en ese milagro, Diario, leer
un libro, o, como un pez del espacio –un pez que tocara la utopía–, nadar en el
agua sagrada de las nubes, donde, como dice Axa Salas, poeta ella: «También /
entre el horror, / más pura / la belleza» (12:36:49).
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