2 de agosto de 2021. Lunes.
LA JOYA DE LA VIDA
LA JOYA DE LA VIDA
-Una mano misteriosa ha borrado el sol y vestido el cielo de ceniza, de tachaduras
de lápices oscuros. Se ha cubierto con un velo de lluvia. Sin embargo, el sol,
majestuoso y solemne, de vez en vez rompe el cerco de la nubes y muestra sus
tallos de luz. Ha refrescado un poquito, como si le hubieran echado azúcar al
café, hirviente, del verano. El verano calma sus fuegos, y enciende la pipa de
la paz. En Tokio siguen los Juegos, como un espasmo del deporte. A España le
van lloviendo poco a poco las medallas, como un chispeo –llovizna de plata, oro
y cobre– canicular, alegre y reconfortante. En este tiempo, las ciudades se van
al mar. Marchan a oír el lenguaje de la naturaleza, que la ciudad apenas deja
oír. De pronto se cae en la cuenta de que el mar habla, que las aves hablan,
que el silencio habla. Y en ese lenguaje –excitante, pero callado– de las cosas,
quizás descubres, como Voltaire: Que todo es grito, inaprensible a veces, pero
real, de que Él existe: en el orden de las cosas, en su singularidad
prodigiosa, en el clamor de su belleza. La hormiga y el mar, la florecilla y la
abeja, la luz y la oscuridad, el tiempo y su fugacidad. «Todo –sigue Voltaire–
depende de Él» Hasta el esplendor del ser humano que piensa, y, en su libertad
–la joya de la vida–, dice sí o no a Dios, lo alaba o lo ignora, o, por unas monedas, lo vende, como cualquier Judas de la historia, y con beso (12:33:43).