1 de agosto de 2021. Domingo.
VOLVER A ESCRIBIR
VOLVER A ESCRIBIR
-El misterio del tiempo, que pasa y lo va dejando todo añejo y deteriorado,
salvo el vino –dicen–, y las montañas, que, a más años, mejor sabor y más
altísima grandeza. Pasamos de julio a agosto como de un pensamiento a otro, quizá
sin heridas visibles, pero más ajados y deslucidos. Me asusta el tiempo, pero
no mi paso por el tiempo, quizá porque cada día voy dejando algo mío en él, o
un pensamiento –afectivo, instante luminoso– con Dios, o unas líneas, escritas siempre
con latidos –acordes nítidos, asombrados– del corazón. Es verdad que en mi
transitar por el tiempo, voy dejando borrones, tachaduras, pero lo disimulo con
un borrador, que deja el papel del día dispuesto para escribir algo nuevo, algo
distinto y bello, en él. Yo sigo la máxima que dice: «Si dejas que corra el
tiempo sin hacer nada, pronto te darás cuenta que has vivido sólo una vez». Es la
monotonía del vivir en la ociosidad, en la indigencia de no hacer nada, ni
siquiera llorar. No soy perfecto, ni bien acabado, pero me voy haciendo lañados,
hasta parecer recién salido de las manos de Sófilos, el ceramista y pintor griego
que primero firmó su obra. Cada día firmo yo mi obra, la del vivir, que, aunque
discreta, está escrita con sílabas de Dios y muchos tachones míos; tachones, que,
con el agua de su gracia, lava y redime, dejándolo todo blanco, como una página
de libreta en la que poder volver a escribir. Y aquí estoy, Diario, escribiendo,
y tachando (12:24:10).
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