12 de julio de 2021. Lunes.
EL ESPEJO
EL ESPEJO
-La maquinaria meteorológica nos anuncia para hoy 46º a la sombra. He
constatado que los libros empiezan a abanicarse en la estantería. A las 8
horas, 26º; el cielo como de ceniza, encapotado. Sangra calima. Los árboles
están quietos, expectantes. Solo alguna paloma mueve las ramas de las casuarinas,
los árboles que se elevan, inmensos –recital de altura–, frente a mi balcón. Una
mosca, en el cristal de la ventana, se limpia el sudor. Acicalándose las alas con
las patas. ¿O es que, debido al calor, veo visiones? Sin embargo, me inclino y
acepto el calor. «Mientras sienta el calor –me digo–, sigo vivo». Y vivir, en
paz, redimiéndome en las personas y cosas que amo, es lo que cuenta. La vida es
un privilegio que agradezco a cada instante a Dios. Cada instante es un latido,
y muchos instantes y muchos latidos hacen que siga la vida. Desde hace un
tiempo –mucho–, no me irrito. Me desagradaría verme irritado en un espejo. Una
vez me irrité y me miré al espejo: me escupió vinagre. Amargaba terriblemente,
hasta hacerme llorar. Desde entonces, cuando voy a irritarme, antes me miro largamente
en el espejo, y, tras la mirada, la irritación acaba por disiparse; el espejo,
Diario, es un sabio que siempre instruye: siempre dice la verdad, sin
eufemismos ni juegos de palabras, y lo que dice por la mañana, lo dice –tal cual–
por la tarde, sin variaciones interesadas (12:01:30).
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