7 de octubre de 2021. Jueves.
MUCHO AMOR, SIEMPRE
MUCHO AMOR, SIEMPRE
-Imaginen una mesilla de noche; en su parte superior, un crucifijo, un
icono de la Virgen con el Niño y un rosario extendido sobre la cruz. El rosario
es un sudario de oración donde se apilan palabras, y lágrimas, y recogimiento. El
rosario es el resumen de los misterios de nuestra fe: los del gozo, los de la
luz, los del dolor, los de gloria. Emociona escribirlo. El rosario –en sus
misterios–, se hace villancico; es decir, visitación y nacimiento, pastores y esperanza,
silencio festivo, amanecer clamoroso de la pobreza, liberación; también se
hace viático: o sea, pan y vino, y mesa donde compartirlos, eucaristía, Cristo
que se da comida, ágape, con regusto divino; además se hace agonía y muerte, y calvario,
y cruz, y sangre que lava y redime, manantial de sacramentos; y, por fin, se
hace aleluya, júbilo, resurrección, muerte vencida, aparición, Espíritu Santo
que alienta, triunfo, ascensión a los cielos, gloria. Es el credo hecho
susurro, plegaria íntima, monotonía amorosa, el credo de los sencillos de
corazón, los que verán –¿o ya lo ven?– a Dios. Hoy, día de Nuestra Señora del
Rosario, Diario, recuerdo esta mesilla, donde venero los objetos que mi madre más quería: el crucifijo de mi ordenación, un icono con la Virgen y el Niño, y su
rosario, gastado de tanto pasar avemarías, silabeándolas, repitiéndolas una y
otra vez, hasta bajar a Dios a sus labios, y allí, hablarle, besarlo, con lágrimas,
a veces, con mucho amor, siempre, con delicadeza de hija (17:45:31).