20 de septiembre de 2021. Lunes.
EL JUSTO, MOLESTA
EL JUSTO, MOLESTA
-Liberado –casi– de los vértigos –no así de la ancianidad, el otro
vértigo–, me dispongo a seguir viviendo en paz con Dios y con el paisaje a
través del cual contemplo el mundo, y me maravillo. Me maravilla el árbol, el
silencio que queda tras contemplar las cosas, el estruendo de la luz, que cada
día hace visible y tangible lo creado. Toco una flor y me emociona, me late su
contacto. «Emoción vegetal», digo; la naturaleza llama a mi conciencia y la
intenta salvar. Ayer domingo leía antes de la misa: «El justo es la acusación
serena y más intolerable de la injusticia de su entorno». Es decir, el justo
molesta a la injusticia, la perturba, la ofusca, y ésta piensa en su
eliminación. El justo es denuncia de lo injusto, y, solo con estar y ser, lo inculpa.
Dice de los malvados el Libro de la Sabiduría:
«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo… Sólo verlo da grima». ¿Será esto
lo que está ocurriendo ahora en cierta España oficial, y en determinada
sociedad intolerante, bronca, descarnada? ¿La que tira palabras a la cara del
otro como libros destrozados, airados, encendidos? Sin embargo, Diario, yo digo
lo que dice un personaje de Italo Calvino en su novela El Conde Demediado: «Es propio del hombre esperar: el hombre
justo, espera con fe; y del injusto, con temor». El injusto, espera con temor,
le asusta el porvenir; el justo, por el contrario, espera con fe, la que lo
viste de rectitud, de equidad, y que lo hace transitar por el camino del bien,
en el que se encontrará –el amor– con Dios (12:54:53).
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