4 de noviembre de 2021. Jueves.
LUZ Y ASOMBRO
LUZ Y ASOMBRO
-Sol espléndido, bajo el palio azul del firmamento. Extiendo las manos,
las abro y tomo un poco de sol, lo pongo en mis ojos y la claridad me invade;
ser claridad –centelleo–, que irradie claridad: como aquella niña de tres años,
que, al preguntarle qué era Navidad, exclamó: «La Navidad es el cumpleaños de Jesús». Y al insistir y
preguntarle quién era Jesús, sin cortarse y ceceando, respondió: «Ez el Hijo de
Dioz». Y todo queda como estaba, salvo el ceceo de las «eses» y el asombro. Y
la niñez, que, sin romperse ni mancharse, como el cristal que deja pasar la
luz, ha dicho palabras tan sobresalientes y exactas, tan bellas entre sus dientes.
La niña aún no era consciente de lo que decía, pero sí las palabras que dicen
lo que alguien, que se las había enseñado, intentaba que dijeran. Las palabras
siempre dicen, afirman, suceden, aunque no se entiendan. Decir, consiste en
revelar la perla, la alhaja de la idea –acontecimiento espiritual– que encierra
la palabra. La idea se desenreda de la mente y habita en la palabra, hasta que
ésta es dicha y expone su alma, su interior de luz o sombra, de paloma o de ave
rapaz. Las ideas, en la palabra, están calladas, pero no inmóviles; por eso, al
romper la palabra, como el germen en la semilla, las ideas se hacen
significado, emoción, vibración, y entre sustantivos y verbos –acompañados de otros
complementos–, drama o comedia; es decir, vida: o explicación y crónica de ésta,
historia humana. Navidad, pues, Diario –y según esta niña, que aún no alcanzaba
los tres años–, es el cumpleaños de
Jesús; de Jesús, que es –revelación en boca de una niña– el Hijo de Dios
(19:44:11).