26 de marzo de 2022. Sábado.
ANUNCIACIÓN
-Un día como ayer, la palabra del Ángel dejó como semilla la Palabra de
Dios en el seno de María, en Nazaret. La Palabra entonces se hizo carne, porque
anidó en un seno de mujer: anidó ahí y se manifestó en Belén. El Hijo de Dios se oscureció de humanidad para no deslumbrarnos
de divinidad. No quiso hablar como Dios, porque la palabra directa de Dios es el
Sinaí e impone. En el Sinaí se hablaba desde una zarza que ardía sin
consumirse; o sea, la palabra de Dios era fuego. En Jesús de Nazaret, sin
embargo, la palabra está tan cercana que, llegado el tiempo, se hace tienda,
evangelio que acoge y acampa entre nosotros. Y es tan viva, que, como entonces,
aún molesta a determinados oídos; ahí están el letrado, el escriba, el fariseo,
que aún siguen diciéndole a la Palabra: «Si eres Palabra de Dios, di a estas
piedras que se hagan pan», y así contribuirás en algo a la justicia social, al
igualitarismo, al reparto de la riqueza, para que el pobre deje ser
bienaventurado en la pobreza y lo sea en la fortuna. Y la Palabra sigue
diciendo: «No sólo de pan vive el hombre», aunque no se entienda. ¿O sí? ¿Pan
sin libertad, sin dignidad, sin sueños, de cuya materia diría Shakespeare que
estamos hechos? La Palabra se hace carne y acampa en un lodazal de pecado, que
Jesús, el encarnado, convertirá en flor de loto y camino de perfección. Como
diría Cabodevilla: «No sale el sol para
disipar las tinieblas, sino que éstas desaparecen porque ha salido el sol». Anunciación del Ángel a María: o a nueve
meses, Diario, del Emmanuel, del Dios que acampa Palabra entre nosotros, y
anuncia un nuevo reino de paz, de justicia, de amor, donde se vive la Vida de Dios (11:40:55).