lunes, 15 de octubre de 2018

15 de octubre de 2018. Lunes.
CORAZÓN INDIVISO

Agua partida y compartida, en la Catedral de Colonia. F: FotVi

-Cuando oigo hablar al papa Francisco, mis oídos se ensanchan y mi corazón se alegra. Ayer santificó a siete beatos y predicó una homilía plena de belleza –belleza espiritual– y sabia. Habló del amor como entrega incondicional, como atadura buscada y aceptada, como el único bien. Con lengua de profeta dijo: «Jesús es radical. Lo da todo y lo pide todo...: pide un corazón indiviso». Como en la cruz, como en el pan eucarístico, como en el perdón. Jesús, en la cruz, muere todo él, y, si se parte el pan de la eucaristía, él se da todo en cada fracción, y no perdona un poco, sino totalmente, mirando a los ojos. Luego añade: «nuestro corazón es como un  imán». El imán atrae por un solo lado, el lado de Dios, o el lado de las cosas. Y se trata de elegir: a Dios o a las cosas. Las cosas –dinero, poder, excelencia humana, éxito, dominio– pasan; Dios queda. Siete santos –Pablo VI, Óscar Romero, Francesco Spinelli, Vincenzo Romano, Nunzio Sulpricio, María Katharina y Nazaria Ignacia–, los últimos, de momento, que han experimentado y dado fe de que esto es verdad y les ha hecho felices, les ha ayudado en sus vidas; han sido testigos –mártires– del amor de Dios por los últimos. En ellos, Diario, Dios se ha dado a los descartados, ha entrado en la desesperación de la pobreza y la ha salvado, la ha llenado de puertas de salida; la pobreza, por el amor de Dios, ha sido riqueza, comunión, liberación definitiva
(18:08:2)

domingo, 14 de octubre de 2018

13 de octubre de 2018. Sábado.
REOS DE NOSOTROS MISMOS

Escaleras de calcio (se sube, se baja), en Pamukkale. Turquía. F: FotVi

-Se van sucediendo los días y los acontecimientos. Todo, como en una rueda de noria. Sin parar. Pacientemente. Con los lamentos propios del agua, con su cantar tembloroso. Suben y bajan los cangilones, y cogen y dejan agua, según estén arriba o abajo. Abajo llenan; arriba vacían, para, hecha hilo alegre en el brazal, recrear la tierra, el árbol, la rosa, la boca sedienta. En la rosa se hace olor y color, hoja y bocado en el árbol, y raíz en la tierra. Donde todo empieza. ¿Acontecimientos? Los periódicos son una lengua malvada que cuenta cosas: el abucheo a Sánchez antes del desfile del día de Pilar, la crítica de Margarita Robles a los abucheos a Sánchez, el bajar los ojos humillados de Sánchez al ser advertido por un cuidador del protocolo en la recepción de Palacio. Un desfile presidido por la inclemencia del tiempo. El cuerpo del niño perdido en la lluvia, no aparece. (Rezo por sus padres). Las pateras infinitas llegando a las costas españolas, con sus pasajeros heridos por la hipotermia y alentados por la esperanza. Una esperanza de mejor vida, de mirar el porvenir sin ira, sin odios, con ojos de paz y palomas. Les espera lo novedoso, y esto los anima. La llegada a Madrid, desde Venezuela, de Lorent Saleh, opositor al régimen dictatorial de Maduro. Allí, o entras por el aro de lo políticamente correcto, o sea, el decir lo que te dicen que digas, o el silencio, la cárcel, el exilio. Menos mal que, en este caso, le han dejado vivir. Los secesionistas catalanes están en lo suyo: la provocación y la desobediencia. Y una buena noticia, de la que apenas se hacen eco los medios de comunicación: el papa Francisco ha canonizado hoy, entre otros, a Palo VI y Óscar Romero, dos santos actuales, que encauzarán la santidad de la iglesia del mañana. Dos antorchas encendidas con la luz del evangelio, Diario, que irán abriendo la extraña tiniebla en la que vivimos, como reos de nosotros mismos (13:21:23).

viernes, 12 de octubre de 2018

12 de octubre de 2018. Viernes.
ESE DON EXTRAÑO

Aguas bravas, en el Rin. Cataratas. Alemania. F: FotVi

-Muy de mañana, miro al sagrario e intento hablar con Jesús: el que se esconde en esa limitación de piso de pobre: unos centímetros cuadrados y una oblea blanca, consagrada, en donde habita. (Al leer esto, alguien pondrá cara de susto, de extrañeza incrédula). Sin embargo, Él está ahí, me lo dice la fe: ese don extraño, por el que se puede ver o sentir la luz del rostro de Dios en una vida. Estamos solos él y yo, la luz del amanecer apenas traspasa la vidriera, y oigo a mis susurros rezar. Susurrando, doy gracias y pido cosas. Pido por el sufrimiento del mundo, por el llanto de las personas que sufren tanta grande adversidad: Indonesia, Haití; ahora, Sant Llorenҫ des Cardassar. Me conmueve cualquier muerte, pero más la de los niños, en la que, cuando se produce, muere la indefensión, la debilidad, la levedad, el porvenir. Y pido: «Señor, por esos niños, por esos padres, por todos los que los lloran». Y por mí, que trato de comprender y no comprendo. Pero entonces leo -hablaban de Jesús- las palabras de Isaías: «Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos». Y sigue: «Mi Señor me ayudaba». En todo este caos: «¡El Señor me ayudaba!», dice. Bajo los ojos y quedo pensativo, mudo, sin lenguaje. O solo con el lenguaje de la fe: «Si tú lo dices, Señor, así será», digo. Pero las dudas, Diario, me vienen a la cabeza como mariposas («¿Por qué permites esto, Señor?», Benedicto XVI, en Auschwitz), y ahí revolotean, alrededor del fuego de la fe, que es la que me mantiene en ese batir de alas, esperanzado, perplejo, y expectante (10:27:49).

miércoles, 10 de octubre de 2018

10 de octubre de 2018. Miércoles.
GAJES DEL OFICIO

Y sin ir al dentista, en la Catedral. Murcia. F: ForVi

-Son las nueve y media y aparece Javi, mi sobrino, con el coche. Subo y nos encaminamos a San Pedro. Camino del sacrificio. Con el explorador y el taladro dentales, y el espejito bucal, me espera el doctor (dentista) como un banderillero espera al toro. Solo que yo me santiguo antes del castigo y el toro no. Pero ni el hecho de santiguarme me libra del dolor. El primer dolor es de miedo; el segundo, es real, aunque paliado por la anestesia. Sobre mí, planean la cabeza embozada del doctor, que observa, y sus manos enguantadas, que trastean dentro de mi boca. Y así van saliendo tres dientes y dos muelas. Veinte minutos, de infierno. Salí de allí, sin poder hablar y sin poder comer. Y así sigo. Y, sin embargo, Diario, don Hilario Tárraga (doctor) y un servidor, seguimos siendo amigos. Al fin, Javi me deja con cuidado en casa, y me dice: «Por lo menos, estos dientes han llegado a los ochenta (años), veremos los demás». Intento reír, pero me lo impiden las gasas que taponan el fluir de la sangre. Un día más, y tres dientes y dos muelas menos: gajes del oficio..., de vivir; y dando gracias. ¡Bella la vida! (18:17:11).

martes, 9 de octubre de 2018

9 de octubre de 2018. Martes.
DECIR COSAS

Ventana, en Göreme, Turquía. F: FotVi

-Ayer decía que me dormía como una rama de olivo. Que ¿por qué? Porque mi deseo es dormirme en paz. La rama de olivo es su símbolo. Dormirme como una rama de olivo, es pretender hacerlo en paz. O en armonía con todo. Y después de dejar que se instale Dios en mi mente. Como destello. Alguna vez viene alguna pesadilla, pero la supero dándome la vuelta en la cama y pensando hallar un punto blanco en la oscuridad que me rodea. Así distraigo a la pesadilla. Prevaleciendo, al fin, el destello sobre la pesadilla, y volviendo a conquistar el sueño. Y la esperanza de despertar y cumplir un día más con el laborioso deber de poner palabras en hilera -en renglones torcidos, quizás- pero que digan sueños, adversidades, himnos, silencios, cosas. Pues, como diría Rilke: «Estamos tal vez aquí para decir: casa, / puente, cisterna, puerta, vaso, árbol frutal, ventana, / a lo sumo, columna, torre…» Decir cosas, Diario, sin otra finalidad que verte vivo en aquello que dices, en aquello a lo que has puesto nombre y has dominado, para, más tarde, dejarlo libre otra vez, pero contigo, a tu lado, respirando y haciendo hermoso tu entorno, tu alrededor bellísimo, la razón de tu vida (18:08:00).

lunes, 8 de octubre de 2018

8 de octubre de 2018. Lunes.
VICIOS


Lloviznando, en Murcia. F: FotVi

-Aparte de algún otro, mi vicio más importante y corrosivo es el de la lectura. La lectura, como terapia para adelgazar en la autoestima e ir completando así mis conocimientos. Que son pocos. Y es que como dijo Sócrates: «Solo sé que no sé nada». (Apología de Sócrates, Platón). Por eso leo y leo, hasta quemarme las pestañas (sin que me ardan). Mis lecturas preferidas, desde la mañana a la tarde, son: El libro de las Horas (Laudes), con el que sintonizo con Dios. Le muestro mis heridas y él me ofrece las suyas. Y las suyas tapan las mías, y así doy comienzo al día. Luego abro internet y leo los periódicos, algunos, especialmente: ABC, por su tercera; El País, por la viñeta de El Roto; El Mundo, por Raúl del Pozo y Antonio Lucas. Y algún otro. Así contrasto opiniones y pienso dónde puede estar la verdad, que casi siempre se me escapa viciada o deformada, según qué medio. También leo Vida Nueva, por informarme sobre la Iglesia, y El Cultural, para estar al día en todo lo que se cuece en el campo de la cultura, y salir así de la barbarie. Y, al fin, escribo; o no, depende: aunque un servidor lo intenta todos los días, de lunes a lunes, salvo que esté de viaje, o enfermo. Que muy pocas veces. Además leo otros libros. Ahora estoy con uno de Plotino: El alma, la belleza, la contemplación, donde se dan cita el «más elevado humanismo y el misticismo más sublime». Además de otro de Francisco Umbral: Días felices en Argüelles. Al final del día, Diario, vuelvo al Libro de las Horas, para decirle buenas noches a Dios, andar, ver la tele, cenar, e irme a la cama, y dormirme como una rama de olivo (18:22:57).

domingo, 7 de octubre de 2018

7 de octubre de 2018. Domingo.
UNA FURTIVA LACRIMA

Viento en popa, a toda vela. Museo del Mar. San Pedro del Pinatar. F: FotVi

-Yo, ayer, al conocer la noticia de la muerte de Monserrat Caballé me entristecí, hasta dejar que aflorara a mis párpados «una furtiva lacrima». Las lágrimas que más se sienten, casi siempre son furtivas; es decir, discretas, y nacen rodeadas de silencios que se van diciendo con lamentos. Lamentos furtivos. Como clandestinos. Descanse en paz. Y Charles Aznavour, con su voz de ángel enojado (¡ah, La Boheme!), también ha muerto. Con ellos, se ha ido mi juventud; ahora me queda mi ancianidad asida a cada año que pasa. Como una escalera que baja. O sube. No sé. Solo sé, Diario, que cada vez que sale de este mundo uno de estos insignes personajes, yo me tiento a mí mismo y me digo: «¡Amigo, todavía estás aquí!», y doy gracias, y me pongo a pensar en el futuro, como si una gota de agua pudiera regar todo el campo; que tal vez (19:11:47).

sábado, 6 de octubre de 2018

6 de octubre de 2018. Sábado.
EN ASÍS, REINO DE POBRES

Con la guitarra y su pobreza, en Šibenik. Croacia. F: FotVi

-San Francisco es un santo que nos enorgullece y nos conmueve; es un personaje con una mano en la frente del que sufre y lo pies, descalzos, tocando la tierra. Es como un árbol enraizado en el suelo mientras recibe la lluvia de lo alto. Vestido de saco (de asco), ennoblece la pobreza, al tiempo que, en sus ojos, se afana la gloria del cielo. Nada más bello que la pobreza de Dios aliviando la pobreza del ser humano: en San Francisco, el humilde indigente de Asís. San Francisco ejercía de mano de Dios, que a veces curaba, otras, no; pero siempre aliviaba. Ya lo dijo Jesús naciendo en una cuadra: se puede construir un reino de pobres; pobres que no echen de menos la riqueza, ni trafiquen con ella. La pobreza es la riqueza que salva: por ser más libre, por más limpia, y con la que, por carecer de ataduras, se puede volar más alto. O sea, la pobreza real, la que a todos asusta, la de quien no tiene donde reposar la cabeza, la pobreza que duerme en un banco del parque donde zurean las palomas, la pobreza de los desahuciados, la de los ancianos que mueren de soledad. Es decir, esa pobreza que solo existe en la mente de los ascetas del desierto y que vivió San Francisco, y que hizo, en su tiempo, que una parte de la Iglesia volviera al evangelio, y, en el silencio de su ejercicio, se hiciera palabra de Dios. Pero solo los humildes aceptan esta verdad, y solo los humildes la viven, descalzos y con las manos extendidas, y los ojos puestos en el cielo. Esperando la lluvia: la gracia de Dios. En un mundo de egoísmos y de avaricias, la pobreza, Diario, es, aunque rechazada, la nueva cruz (y luz) de la iglesia que salva, y libera (09:51:36).

jueves, 4 de octubre de 2018

4 de octubre de 2018. Jueves.
ESPAÑA MUERTA

Sol vivo y muerto, en Murcia. F: FotVi

-Miro por las pastillas -dije ayer que me tocaba mirar a través de las pastillas- y veo lo mismo que sin pastillas: veo las cosas, como una pesadilla, envueltas en redecillas de telarañas. Aunque por entre estas redecillas, aún veo claro. O creo ver claro. Lo que no veo tan claro es lo que sucede en esta «mi querida España, / esta España viva, / esta España muerta». Cecilia sin censurar. La censura mordió y se comió las palabras viva y muerta, y en su lugar regurgitó mía y nuestra, y las colocó donde dolía, ya había rima y mensaje, y mentira. Esto decía Cecilia de España en el año 1975. Una España viva y muerta, a la vez; es decir, viva en sus paisajes, en sus pueblos y ciudades, en muchos de los lances de su historia, en la mayoría de sus gentes, sencillas y trabajadoras, y festivas. Y muerta, en sus rencores, en su mirar hacia atrás con ira, en sus guerras nunca concluidas, en sus orgías destructivas. La España política e ideologizada. Pero, como diría un optimista, vamos tirando, «España mía, / España nuestra». Mal tirando, pero tirando, no polvo de estrellas precisamente, aunque sí sueños nuevos y alguna realización inverosímil, como el habernos podido dar la mano -y sin taparnos la nariz- en la Transición, hasta ahora (19:29:26).

miércoles, 3 de octubre de 2018

3 de octubre de 2018. Miércoles.
OJOS ABIERTOS

Luz, libro y gafas, o poder leer. En Murcia. F: FotVi

-Ayer mañana, antes de ir al oftalmólogo (revisión), leía estos inquietantes y bellos versos de Claribel Alegría, poeta nicaragüense: «Quiero entrar a  la muerte / con los ojos abiertos». Los ojos abiertos, por donde entran el mundo y sus cosas, sus ensoñaciones y terrores, los libros y los poemas. Me aterra la oscuridad de Borges, por el hecho de no poder llegar al poema por sus propios ojos; sus ojos ciegos, sin luz que lo guiara en sus lecturas. Solo de oídas podía ver un poema, escudriñarlo, amarlo. Primero un poema se gusta con los ojos, y luego se pasa a la mente, y al corazón, y allí se hace gorrión que canta o áloe que huele a pureza y a limón. Los ojos, ese don con el que parpadeamos todavía medio dormidos y, ya despiertos, contemplamos todo con asombro y niñez, y de la mano de la imaginación. Pues fui al médico y me examinó los ojos, me los limpió de telarañas, o eso intentó, y me recomendó comer naranjas, kiwi y patatas, aparte de otros frutos más exóticos, como espinacas, maíz dulce hervido, o lo que es lo mismo, alimentos con luteína y zeaxantina, sustancias estas que protegen nuestros ojos de los rayos solares. Ahora me toca mirar a través de las pastillas: ya te diré, Diario, si va mejor. Creo que sí; como dice el poeta: sin desfallecer, «hay que esperar en la esperanza» (18:06:25).

lunes, 1 de octubre de 2018

1 de octubre de 2018. Lunes.
A CAMPO ABIERTO

Fiereza en piedra, Catedral de Murcia. F: FotVi

-Miro por el balcón y veo que hoy, uno de octubre, es igual que ayer, treinta de septiembre. El cielo, los árboles, los ruidos -el de alguna sirena: el hospital está al otro lado de la calle-, la sorpresa de levantarme, de tocar las cosas, de amarlas. Porque me sirven. El peine, la maquinilla de afeitar, la fruta del desayuno, el Libro de las Horas, en el que la palabra silabea a Dios, lo dice. Todo en orden; todo puntual en mis manos, queriéndome hacer feliz. Y lo soy, feliz. Salvo, cuando la mente se me va más allá de esta pequeña habitación donde vivo. Y sale a campo abierto. Donde se hallan los dramas y las historias de llanto y rabia, de dolor y sonrojo. Entonces, la vergüenza me hace bajar los ojos y decir: «¡Dios, ten piedad!», y, luego, miro al cielo, y a mis manos, por si, en ellas, hubiera algo de culpabilidad, de ciénaga, pues mis manos son las manos del hombre, «y el hombre -como diría Antonio Lucas, poeta- es el fondo de todas las cosas». Y yo, como hombre, estoy en la base de esa ciénaga, quizá no como individuo, pero sí como colectividad, como humanidad que, a veces, mira y no ve, y si ve, no siente. O si siente, no actúa. Por eso, Diario, miro al cielo y digo: «!Dios, ten piedad!», y luego escarbo en mi corazón, y espero: la esperanza siempre lleva a algún puerto (18:31:48)

domingo, 30 de septiembre de 2018

30 de septiembre de 2018. Domingo.
EL OTRO ROSTRO DEL DÍA

Luz y sombras, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Como el día, como una flor, se abre el domingo. Y me deja su olor y su luz, y su temblor: es el día del Señor. Olor y luz de Dios, que alegran mis sentidos. Como la acacia huele a acacia, Dios huele a Dios, y es un olor invisible que, cuando te toca, quedas transformado, investido de gracia, gracia que se percibe en tus ojos y en tus actos; es decir, el alma se asoma a los ojos y se derrama en los hechos que realizas. Hasta que te das con el otro rostro del día, el de la mentira, la violencia, la política, las cloacas del Estado, el constatar que la Justicia no es ciega, que, cuando conviene, se destapa un ojo y mira donde no debe, el de la pobreza en el mundo, el despertar aterrador de un tsunami en Indonesia, las banderas y las banderías, la guerra de las lenguas en la iglesia, en las que el pan de la palabra, a veces, se da duro y tergiversado, en lenguajes que no se entienden, etc. Todo deprimente, caótico, lioso, aunque esperanzador, pues miro de nuevo al caer la tarde y todo lo veo, Diario, con la luz de domingo, que es la luz de Dios en todas las cosas, y rezo, y me consuelo, un poco (19:01:58).

sábado, 29 de septiembre de 2018

29 de septiembre de 2018. Sábado.
VUELOS INVISIBLES

Arcángel, en una de las pechinas de Santa Sofía. Estambul. Turquía. . FotVi

-Hoy es día de ángeles y de vuelos invisibles que agitan el aire y alegran el espíritu de los mortales. Hoy es el día en el que celebramos, en gavilla, a Miguel, Gabriel y Rafael, como un racimo de cerezas celestiales. A manera de la sociedad humana, en los ángeles hay categorías, clases, prestigios: los que sirven como consejeros o gobernadores de Dios y los que conviven aquí abajo con los humanos; o sea, estos son los que van y vienen, los que traen y llevan noticias del cielo a la tierra: el correo torrencial e íntimo que va de aquí a las estrellas, y de éstas, al más allá. Allá, donde ya no hay estrellas, sino lo Invisible, lo Trascendente, Dios. En el Nacimiento de Jesús, había ángeles que cantaban «¡Hosanna!»: fue la noche en la que el cielo descendía hasta la cuna del Hijo del Hombre y se postraba en su honor. Sin embargo, el que anuncia a María que ha sido elegida para ser la Madre de Dios, es un arcángel de nombre Gabriel: o «mi Protector es Dios». Pero, antes, en el principio de todo, cuando había guerra de ángeles, Miguel se enfrentó a Lucifer y dijo aquello de «¿Quién como Dios?», y esta frase le quedó como nombre. En adelante se llamaría «La fuerza de Dios». Y Rafael, el que curó a Tobías de su ceguera, y que recibiría el nombre de su acción: «Medicina de Dios». He aquí, pues, Diario, el haz de arcángeles, tres, que, cerca de Dios, interceden por nosotros, y que hoy celebramos con acordes de laúdes, arpas y cánticos espirituales, para honra suya y gloria de Aquél al que sirven (17:50:19).

viernes, 28 de septiembre de 2018

28 de septiembre de 2018. Viernes.
DE BRUCES

Vejez, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Como el jabón, se me resbala septiembre entre las manos de la vida. El Señor «me da piernas de gacela», canta el profeta Habacuc en su Himno llamado Juicio de Dios. ¿Es el Señor el que aligera (enjabona) el tiempo? Con piernas de gacela se atropellan los días, ruedan vencidos frente a mí, y, al tropezar en ellos, me hacen caer. De bruces. Caigo en los años, como el azúcar en el café; es decir, caigo en el fin que es el nacer, y me disuelvo sin remedio. Cuando veo una película antigua, me fijo en las actrices y actores, en su juventud, en su fuerza, en su esplendor, y, al punto, en el declive sufrido en ellos por el paso de los días, sus arrugas, sus caídas del Olimpo donde reían y se solazaban, su soledad que los más comparten con la bebida y la locura, y, a veces, con el suicidio. Y es que como diría Séneca en una de sus Cartas: «Vivir es morirse día a día». Pero esto no es lo trágico. Porque en otro lugar añade: «El día de la muerte, es el día del nacimiento». (Sin embargo, digo yo). Y esta es la esperanza, Diario: que sin muerte, no hay vida (18:36:39).

miércoles, 26 de septiembre de 2018

26 de septiembre de 2018. Miércoles.
JUSTICIA

Justicia postergada, en una viñeta de Mingote. ABC

-En estos días de tanto aquelarre -bulla- político, voy, como siempre que me entran dudas sobre el significado de alguna palabra, al diccionario, mi gran libro de cabecera. Hay dos libros que nunca dejo: el Libro de las Horas, con el que rezo, y el Diccionario de la Lengua Española, con el que lleno (hermoseo) mi boca de palabras. Y que más tarde salen de ella, como si fueran pájaros o flechas ardientes. Depende. Pájaros, si hay paz; flechas, si se escucha cercana la guerra. Hoy, dado el cariz político del asunto, he ido al Diccionario y he buscado la palabra Justicia. Y en su segunda acepción dice: «Derecho, razón, equidad». Y en la tercera: «Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene». Y «en el cristianismo -dice en la séptima-, una de las cuatro virtudes cardinales, que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido». Sin embargo, esto no concuerda con cómo se toman algunos (y algunas) la justicia. Una ministra (Delgado), un juez (Garzón), y un policía (Villarejo), hablando «distendidamente», dicen, y con un lenguaje de taberna malintencionada y dicharachera, borracha. Escribe hoy en el diario El Mundo Raúl del Pozo del profeta Ezequiel, que dice: «El camino del hombre recto está por todos lados rodeado por las injusticias de los egoístas y la tiranía de los hombres malos». Y ahí se queda. No cita lo que sigue: «Os aseguro que vendré a castigar con gran venganza y furiosa cólera a aquellos que pretendan envenenar y destruir a mis hermanos». ¿En qué manos estamos? ¿Es esta la Justicia que describe (resume) el Diccionario? «¿Derecho, razón, equidad?» Tengo miedo por este país que una vez se llamó España, y ahora, parece La verbena de la Paloma: con llanto en vez de música. En este momento, Diario, digo democracia y creo estar refiriéndome a un plato de lentejas, guarnecido con caracoles serranos y un poco de perejil (12:30:54).

martes, 25 de septiembre de 2018

25 de septiembre de 2018. Martes.
BESANDO EL AGUA

Y besaba el agua, en el jardín. Torre de la Horadada, F; FotVi

-Me despierto y observo que el cielo está encapotado. Y amenaza (bendice) lluvia. Aquí en esta tierra, la amenaza de lluvia significa bendición: o Dios que nos mira con ojos húmedos y serenos, sin aparato eléctrico, bonanciblemente. La mirada de Dios debe ser como el rocío que cae durante la noche para alivio de lo marchito y sediento, sin fantasmas de sequía. Las plantas de la noche dirán: «¡Dios nos ha mirado!», y dormirán sin miedos, sin fantasmas. Hasta que, en su interior, las despierte el rumor de la savia; y, en su entorno, la naturaleza cante el himno de la vida. Pero, no; la lluvia se dejó oler, pero no tocar. Tocar el agua, tocar el viento, como titularía Amos Oz una de sus bellas novelas. En una de sus páginas habla de un tal Emanuel Zaicek, filósofo y divulgador de ideas, sospechoso de ser espía, que un día, «a la vera de un  río de aguas indolentes…, con la tez morena y quemada, con la piel de oso ceñida sobre los hombros, con la barba blanca desgreñada, está en cuatro patas, bebiendo y besando el agua. Está solo». «Besando el agua», como se besa una reliquia o al ser amado. El agua, labio de Dios, que, al tiempo que la besamos, nos besa. Pues, Diario, no ha llegado la lluvia. En las nubes, se ha paseado por nuestros cielos y se ha ido a otra parte, sin dejarnos besarla. Quizá sea que no le gustan nuestras caricias, quizá sea eso (18:59:19).

domingo, 23 de septiembre de 2018

23 de septiembre de 2018. Domingo.
OTOÑO

Arando, de ABC. 1970

-Con el equinoccio de septiembre, el otoño empieza a dar señales de hojas que caen y de vacunas con pretensión de esquivar la gripe. El verde se aparta y el árbol -el paisaje- se deja invadir por el ocre, el color del desierto, del bosque de hoja caediza, de la catedral de viento y roca. A veces, el equinoccio viene cargado de nubes, y septiembre se llueve para festín de los campos. Los campos, entonces, se aran, se preparan para la siembra. Los pájaros acechan y, cuando el sembrador rocía las semillas, pican y comen. Los espantapájaros los ahuyentan, pero solo hasta que se percatan de que aquello es inofensivo y vuelven avaros y displicentes, y pican donde ya habían picado. El otoño es melancolía, añoranza, o, como dijera Juan Ramón Jiménez: «¡Encantamiento de oro!» Oro y ocre, Diario, los colores del otoño, del declinar de la vida, periodo en el que se vislumbra -se entrevé- la Trascendencia (19:34:17).

sábado, 22 de septiembre de 2018

22 de septiembre de 2018. Sábado.
EL LAGAR DEL ALZHEIMER

Luz entre sombras, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi

-Me fijo en ti, abuelo, que has perdido el control de ti mismo y has descarrilado en el pavoroso y extraviado lagar del Alzheimer. Con la mirada absorta en no se sabe qué y los recuerdos perdidos en el olvido, andas sin fijarte en nada o, si acaso, en el roce de pluma de una caricia, que, de pronto, te lleva por un instante a evocar un día de luz y de amor, un paisaje, una huella -ah, sonríe-; pero esta sonrisa se desvanece enseguida. En ti, abuelo, solo ocurre que pasa el tiempo, y que, conforme avanza, te va dejando en la indiferencia, en una desgana infinita, que, sin embargo, tú no sientes. Ni la mujer, ni los hijos, ni la iluminación de los nietos, todo está apagado en ti, como una libreta emborronada de la niñez. Los silencios te preceden y te siguen, vas como envuelto en una burbuja de nada, tropezando en todo y sin sentir que lo has hecho. Te desvaneces en la inconsciencia más devastadora y cruel. Ni los ojos, ni las manos, ni los pies te sirven, solo la ayuda de alguien que te quiere y te protege, que dice padre o abuelo, y te ofrece el brazo para que te apoyes en él, y así te guía, y así te dice que te quiere. Ayer fue el día dedicado al recuerdo de esta enfermedad, que debería despertar letargos y gobiernos, para tratar de darle solución, una salida a la esperanza. 800.000 enfermos en nuestro país, Diario, llaman  a la puerta de la Administración solicitando ayudas y programas que, al menos, atenúen el dolor y el aturdimiento que causa en el enfermo, en su entorno, y en la sociedad. Abuelo, estoy contigo, en tu calle sin salida, acompañándote, para decirte que te quiero y que miro por ti; no te preocupes: camina (11:59:25).

viernes, 21 de septiembre de 2018

21 de septiembre de 2018. Viernes.
¡PLAGIO!

Brotes parecidos, pero no iguales. En Murcia. F: FotVi

-Mírense ustedes y advertirán como cada vez que dicen la palabra ¡plagio! se les llena la boca de saliva gorda, tanto, que tienen la sensación de poderla masticar. Como se mastica la sal, es decir, con un amargor crujiente, desagradable y granulado. Pero, aunque lo parezca, no es saliva lo que mastican, sino un haz de letras combinadas de tal modo que abultan tanto en la boca que dan ganas de escupirlas. ¿Pla-gio? ¡Aj! ¿No ven? No suena como casa o paloma, o como luz y candil, o como nido y arboleda. En estas otras palabras, la suavidad se desliza por la lengua como un apacible bocado de lisura pacífica y dulce, cálida. Por el contrario, plagio y camorra, o plagio y rapacería, o plagio y autobombo, son palabras que abren heridas en la boca, y que no concuerdan con la placidez de decir Sánchez, o jefe del ejecutivo, o transparencia. ¿Ven qué ligereza, qué levedad? Sin embargo, Diario, decir ¡Plaaaa-gio!, es como si cayera una roca en un aula y se llevara por delante a Atenea, la diosa de la sabiduría, o a Metis, la diosa de la astucia (13:39:46).

jueves, 20 de septiembre de 2018

20 de septiembre de 2018. Jueves.
UN AYER FLORIDO

San Pedro, en el mar. Salinas. San Pedro del Pinatar. F: FotVi

-Luego de desayunar, salgo de la Casa Sacerdotal en coche. Es una mañana de azul y sol, murciana. La ciudad está viva, como las jacarandas y las palomas en las aceras por donde cruzo. Tomo la autovía y en una hora me planto en San Pedro del Pinatar, donde están mis recuerdos. En mí, en esta hora de mi vida, parece que todo sean recuerdos, nostalgias, acacias brotando en el pasado. Miro más hacia el ayer -un ayer florido- que hacia el mañana; el mañana es un paisaje borroso, más allá del instante que ahora vivo, instante en el que extiendo los brazos y solo acierto a tocar decadencia y fósiles, vestigios. Ya en San Pedro, visité al dentista: tenía cita con él. Pero antes, un grupo de señoras celebró haberme conocido, y yo -me lo recordaron ellas- de haberlas casado, a pesar de todo, dijeron ellas. Y, a partir de ahí y al subir las escaleras de la consulta, me atrapó el miedo. Miedo que duró durante toda la consulta: la boca abierta e Hilario, el médico, manipulando mis dientes con el espejito redondeado en una mano y la sonda dental en otra, hablándome, desde arriba, como un dios ininteligible y despiadado, con la boca embozada y la mirada líquida detrás de las gafas. Pero al fin entendí lo que me decía: he de volver el veintiséis de septiembre. Callé, acaté, y, si Dios me lo permite, Diario, volveré, con el alma en vilo, y doliéndome toda ella en la dentadura, con la que mastico y, gozosamente, hago palabras, libres (18:49:57).