31 de diciembre de 2013. Martes.
¡FELIZ 2014!
El 4 de 2014, salinas de San Pedro. F: FotVi |
-Un año más y un
año menos; depende de si se entra en la órbita del optimismo o la del pesimismo.
O en la otra órbita, que es la misma, del tener o el perder. En la vida se
juega con el tiempo y en el tal juego, siempre gana el tiempo y, a no ser que
se crea en la trascendencia, siempre pierde la vida. Un año más, desde luego;
pero un año menos. El tiempo es dinamismo; la vida, concreción; mientras el
tiempo se dilata, la vida se contrae. El tiempo, como en una partida de
ajedrez, va acorralando al rey, la vida, hasta darle el jaque irremediable. Celebrar
el año que acaba y el año que entra, cuando menos es una fruslería, o minucia,
con unas gotas de vanidad. Es como decir: Año, te dejo y me voy con otro; como
si el paso del tiempo dependiera de nosotros y no del tiempo mismo, esa cosa
sin definición de la que decía san Agustín: «Si nadie me pregunta lo que es el
tiempo, lo sé; pero si me lo preguntan y quiero explicarlo, ya no lo sé». El
tiempo, esa bendición, regalo, que nos conduce a la eternidad, sin un pasado que
recordar y un presente todo actualidad, pero bienaventurada. Quizá digamos al
año que llega, feliz año nuevo, porque nos acerca al fin de lo que quedará
siendo para siempre principio; fin de algo, la vida, y principio de todo: lo otra
existencia imperecedera. La verdad es que con cada año nos vamos yendo un poco;
somos hoja caediza, que sin embargo vuelve a ser brote, cancioncilla nueva, en
primavera. Y como indican que 2013 ha sido un mal año, mandarle: «¡Ahí, penado,
año 2013!», como diría Candela; penado a salir de escena, haciendo mutis por el
foro de la historia, de la mala historia. 2013, Diario, ya es historia; y, porque
los años no se hacen solos, intentemos que 2014 sea una historia mejor y más
bella, porque, al fin, todo (o casi todo) depende de nosotros: o es lo que creo
(19:23:58).
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