8 de diciembre de 2013. Domingo.
ÁRBITRO COMPRADO
Esperanza florecida, en el jardín. F: FotVi |
-Esta mañana, al
rezar -lo suelo hacer paseando en el pequeño jardín que alegra mis silencios-,
he buscado la mano tibia del rayo de sol; y es que los años dan más helor que calor
el pobre sol de otoño que, en este tiempo, siente el recato de saberse sol y no
frío. Cada cosa en su tiempo, dice el sol, y siente y admite no ser, en otoño,
el sol que era, sino una caricatura o mueca de aquel otro incendio que fue en
verano. Recluido en el hábito de monje con capucha que le corresponde, calienta
pero sin alardes, con sordina de trompeta de Louis Armstrong. Ahora no le toca arder, ni quemar, sólo
otoñar, o dar la sensación de que es más acuarela que trazo grueso y llameante de
pintor expresionista. Ahora el sol no es el grito
(o skrik) de Munch, sino un trazo del leve vestir de las tres gracias de
Botticelli, en su Primavera.
Anteayer
se celebró la triste fiesta, con puente, del 35 aniversario de la Constitución;
es decir, se celebró lo que nos unió como Nación y lo que nos separa ahora por
mor de las autonomías centrífugas que quieren irse, tanto se les ha dado. La
Constitución, según se vio ayer, ya no nos une, ni nos rige, en todo caso, nos
preocupa. La Constitución ya no es una norma del juego democrático, sino un
árbitro comprado por los poderosos, y por tanto injusto. Ni los que nos la
indilgaron creen ya en ella, la dicen obsoleta, añosa como un toro de Guisando,
viejo reloj que atrasa. La Constitución ya no vale; a sus 35 años ha perdido
lozanía, juventud, gracia, y tiene el cabello blanco y cansino el andar.
Constituir,
hermosa y difícil palabra; se constituye una familia o un estado, lo cual
supone vocación de establecer o fundar. Pero para establecer o fundar se
necesita contar con cimientos o raíces. Constituir (construir) sin cimientos,
sin raíces, sin convicción de que se está sobre roca (no el Roca catalán), es
moverse sobre arenas movedizas, sobre terrones de azúcar chirriante.
35
años de una Constitución que se estableció, se fundó, sobre las arenas
movedizas de la duda y el recelo, del apenas cedo para, a la postre y si puedo,
llevármelo todo, no es buena Ley de leyes; no había ni fe ni afán de constituir
(de construir), sólo se pretendía salir del paso, con el ya veremos, si algo se torcía, como coartada. No había convicción,
ni verdad, en la construcción de la Constitución, y esta es la razón por la que
al cabo de 35 años parece que ya no vale, que se resiente como un artilugio desvencijado,
que hay que cambiarla; en realidad, apenas nadie (o casi nadie) la cumple ya,
tal vez sólo los que votamos y pagamos impuestos y creemos con ingenuidad que nuestra
democracia se fundamenta en la ley y no el arbitrismo, como así es.
Sin embargo, yo, Diario,
porque nos permite convivir en relativa paz y simula que hay ley, voy a seguir creyendo
en la Constitución, aunque a veces dude de que exista y ampare la justicia, y el
bien, y la verdad (18:42:03).
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