lunes, 2 de diciembre de 2013


2 de diciembre de 2013. Lunes.

LAS PILAS DE LA NIÑEZ
 
Candela, soñando, en la pizarra. F: FotVi
 
-Vuelvo de Canarias con las pilas de la niñez (no de la ñoñez) cargadas; no vuelvo inmerso en la infantilidad, sino en la gloria de la niñez, que es la otra sabiduría, la de no pasar por alto lo pequeño, ya sea visible, o invisible. Resulta que hay bosones de Higgs (partículas de Dios) más pequeños que el mismo bosón de Higgs, partículas estas de la familia de los fermiones. (Si logro enterarme, otro día explicaré lo que es un fermión: estoy en ello, los libros lo saben todo).
            En Canarias, he vivido días de intenso adiestramiento de mi niñez; no hay como ejercitarse para llegar a lo más extraordinario del niño que fuiste o pudiste ser. Ser niño no es fácil, sobre todo cuando se está en ello; no cuando se es, sino cuando se está; el niño, hasta que deja de serlo, no sabe que es niño: es decir, lo sabe cuando ya no está de polizón en la niñez. Es la razón por la que todo niño desea llegar a ser mayor. El niño percibe que la persona mayor manda, dispone, no va al cole, sale, entra, enseña de vez en vez la mano, la del azote en el culo, se pone en jarras y grita, ay, dice, no puedo más, se chivan de lo que hace bien o mal el niño, y, al fin (antes ocurría, cuando los niños no denunciaban a los padres), lo acostaban sin cenar. En esta situación, el niño sueña con ser mayor y salir volando libre como un pájaro a cazar mosquitos y fumarse además un cigarro a escondidas. ¡Que un cigarro, en las fantasías de niño, sabe! Todavía se me hace la boca agua al recordar lo que yo estimaba que sería una calada de cigarro al llegar a mayor; y fue, os lo digo (aunque por poco me ahoga) magnífica. Rojo, tosí hasta echar los bofes, pero fue algo maravilloso, entonces; fue el pacto definitivo entre la niñez (o el tiempo de las ensoñaciones más puras), que me abandonaba, y la juventud (o el tiempo de los proyectos y el amor, creí), que me invadía.
            Estos días, en Canarias, hemos hecho: yo de niño (para recordar, viviéndolo) y Candela, de mayor. A sus órdenes, he jugado sin cansarme (o cansándome) al hermoso carrusel de sus juegos: puzles, beber tazas de café calentado en cocinas sin fuego, dibujar triángulos y círculos y cuadrados sin fin, hallar el tesoro de las letras y los números, estos en español y en inglés, cantar el do, re, mi, fa, sol, la, si, do, hasta el infinito, ser penado y puesto a pensar, si en algo desobedecía, y así, hasta volver a la niñez (no a la ñoñez, repito) que tanto me reconforta.
            Y decir que, después de Canarias, soy un poco más niño y bastante menos mayor. Como si me hubiera quitado (o despiojado) algunos años de encima, que tanto arredran. De ésta, salgo (contemplándome desde la altura de los años), salgo más niño y con más juegos que jugar entre las manos. ¿No te parece que es formidable, Diario? Alguien dijo (creo que Benedetti) que la infancia es un privilegio de la vejez; pues, sí, así lo percibo yo con él (19:44:51).

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