6 de diciembre de 2013. Viernes.
LLORAR LA LUZ
Llorando, en la luz del jardín. F: FotVi |
-Y, sin
apagarse, se apagó una luz. Pasa con toda vida, que, sin apagarse (recuerdos,
afectos, obras, sobre todo éstas), se apaga. Ayer, sin apagarse, y en el cono
sur de África, se apagó la luz de Mandela. Ser luz es igual a ser guía y júbilo,
y estela. Para las situaciones enredadas y lóbregas, en mar, tierra o espacio, la
luz es vereda de salvación. En el paisaje más abrupto, una luz es signo de
esperanza; y es que en la luz centellean la libertad y la dignidad, y la vida. Mandela,
africano, vivió las excrecencias del ser humano, sus horrores; es decir, vivió las
injusticias que muchas veces emanan de sus actos carentes de piedad y de
derecho; y a los que falta la humanidad más elemental y distintiva de la
especie. El ser humano, sin piedad, retrocede al mundo de la animalidad, de la
barbarie de los instintos, a la selva de la perversión; y en la selva, quizá
sin odio, se mata para sobrevivir. Mandela, en su juventud, anduvo por esa
selva, pero al fin, movido por su generosidad y sabiduría, conseguidas por su
fe en el ser humano, logró ser luz, que, tras su muerte, se ha agrandado hasta
deslumbrar, sin herir. Tras Mandela, el mundo es un poco mejor.
Mandela estuvo 27 años encarcelado,
y no odió; sólo (dicen las crónicas) leyó y reflexionó, y, en el dolor y el
apartheid, se forjó líder, guía, y así culminó su carrera de hombre probo y
libre, y de mirada amable y extensa.
Una
vez alguien dijo: «Yo soy la luz», y, desde una cruz (otro modo de apartheid), la
hizo parpadeo que salvara en las penurias de lo oscuro. La luz, no importa el
escenario, está para señalar caminos, también los del espíritu. Se ha dicho con
el poeta -yo entre tantos- que se hace camino al andar, y es verdad; pero se andan
caminos si hay luz, ya sea de sol o de candil, aun la de la luciérnaga vale;
pero tiene que haber luz que libere los pasos y les ofrezca seguridad.
Hoy es día de llorar la luz y
que, reflejada en las lágrimas, se haga más luz. Mandela y su muerte, Diario, merecen
que, en un mundo tan parco en claridad, su luz sea más luz, más estrella que guíe
(19:07:30).
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