22 de junio de 2014. Domingo.
UN BANQUETE
Para la mesa del pobre, en el Monumento de San Blas. F: FotVi |
-Se quedó en el pan y en el vino, lo común y necesario en la mesa del
pobre. Se quedó con el pobre («Bienaventurados los pobres», dijo una vez) y se
hizo su comida. Hoy, día del Corpus Christi, celebramos que Jesús, antes de la
cruz, se despidiera de los suyos, dejándoles como sacramento un banquete; un
banquete tan frugal, que, al ir a comerlo, cabe en una mano y en un sorbo. Una
miga de pan y una pequeña succión de vino, y el banquete está consumado. La
calidad del alimento es espiritual, toca al alma y a la vida de Dios en ésta. Es
el alimento que endiosa; pues dijo Jesús, que el que comiera su carne y bebiera
su sangre tendría vida eterna, por habitar él en el que lo come. Y es que, mientras
celebraban la Pascua, Jesús tomó el pan y dijo a los suyos: «Tomad, esto es mi
cuerpo»; y, a continuación, cogiendo la copa del vino, siguió: «Ésta es mi
sangre…» Y comieron y bebieron y por vez primera comieron y bebieron a Cristo. Y
añadió: «Haced esto en memoria mía». Y aquí seguimos: haciendo que el pan y el
vino llenen de vida eterna la mesa del pobre y, de presencia de Dios, los sagrarios
de la tierra. Esta fiesta nació en Lieja, siglo XIII, y fue un papa, Clemente V,
el que la hizo universal. No hay ciudad ni pueblo, católicos, que no celebren
esta fiesta, que, por sus connotaciones populares, Diario, Gabriel Miró llamaría
fiesta «infantil y agraria», y fiesta que «predispone a la felicidad»,
entonces, cuando él la vivió, año 1925 (20:50:46).
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