26 de junio de 2014. Jueves.
EL POEMA DE LO
USUAL
Objeto de felicidad, en el jardín. F: FotVi |
-Me hace feliz una cosa tan sencilla como oír el canto de un pájaro y
ver mecerse a la vez la ropa en la soga donde la he tendido tras sacarla de la
lavadora. Canto del pájaro, ropa lavada, dos guiños de lo bello, sin estridencias,
como versos sueltos del poema de lo usual. O el gran poema del día a día. Canto
del pájaro y ropa mecida no son un concierto, pero sí son música. Desde niño me
ha gustado la música del agua en la fuente o la del grillo en la noche; el
grillo y la fuente, tan distintos y sin embargo tan familiarmente musicales. La
fuente hace música en vertical, sube ésta y se desliza luego por el mismo
chorro de música por el que subió, y así canta; el grillo, por el contrario,
desparrama su música como esparciendo vidrios rotos, con el cuidado de no cortar
a la Luna ni cortarse él a sí mismo. El grillo es así: hace música de lija y se
regocija en ello, aunque moleste a veces. Y es que ser feliz cuesta poco:
consiste en desear serlo a pesar de todo. No es fácil; pero nada hay fácil en la
vida. Un romántico (Thomas Chalmers, escocés) decía que la dicha de la vida
consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa
que esperar. Se nota que además de romántico el tal Thomas era teólogo, es
decir, moralista; pedía demasiadas cosas para ser feliz. A mí me basta con lo
último que pide: tener algo que esperar. Y algo que celebrar, añadiría yo, como
oír el canto del pájaro, Diario, y contemplar (¡asombro!) el mecerse de la ropa
tendida en la soga; estas dos músicas me sirven como felicidad, a pesar de los
silencios ya de mi vejez (20:49:51).
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