miércoles, 25 de febrero de 2015


25 de febrero de 2015. Miércoles.
YO SOY CRISTIANO COPTO
 
No importa el invierno, en el jardín. F: FotVi
 
-Como no me gusta ni ser ni estar en lo políticamente correcto, llamaré hipócrita con todos sus sinónimos (hasta el de beatón) a los que, habiendo salido a la calle el 11 de enero a fingir que ellos también eran Charlie Hebdo (revista satírica, dicen, pavorosamente ametrallada el 7 de enero en París), no hayan hecho lo mismo ahora y proclamar: «Yo soy cristiano copto», tras haber sido decapitados 21 fieles cristianos  en Libia el 15 de febrero último. La mano que urgió el gatillo en París fue la misma que llevó la hoja del cuchillo al cuello de estos cristianos egipcios, hasta segarlos. Y es que, por lo visto, no es lo mismo morir por una gracieta irreverente y blasfema que por la fe en la trascendencia. (Es un decir). La gracieta se ríe de la fe, y es celebrada. ¡Qué risa da festejar la gracieta que ofende a la fe! La fe, por el contrario, ha de callar y morir en silencio o en el tímido bisbiseo de una oración, sin que los de la gracieta irreverente y blasfema se conmuevan. ¡Allá tú, si rezas! La fe no tiene derecho a ser defendida en la calle, porque no entra en el digesto o resumen de cosas que son consideradas libertad de expresión: diosa intocable de lo políticamente correcto ahora y en la hora de esta hipócrita y «alegre y confiada» sociedad nuestra (Benavente). La fe, aunque sea vida para miles de millones de creyentes, no es, sin embargo, gracieta irreverente y blasfema que deba ser respetada y defendida al modo como lo fuera Charlie Hebdo, aquel triste 11 de enero, por lo que, si es decapitada (la fe), allá ella; o bien decapitada está. La fe, que no es gracieta (ni irreverente ni vendible y no rentable por tanto), no es bien vista por la elite de un mundo de mercaderes y falsos profetas, que a lo más que aspiran es a vivir en la turbulencia de su soberbia y su propia adoración, con el engaño como bandera. Es tiempo este de levantar templos a la idiotez, a la poquedad, y derribar toda excelencia. Triunfa lo bufo y cae lo ecuánime y sabio, lo que perdura. Anímense los perros que andan bajo la mesa del rico epulón, que, en vez de lamer las heridas de Lázaro (el pobre), esta vez se las morderán. Ahí están las fauces, Diario, las del EI (Estado Islámico) con sus yihadistas y las de las gracietas irreverentes y blasfemas, ambos enseñando los dientes, que gotean sangre, luego de haber mordido (19:02:38).

2 comentarios:

  1. Hermosa y acertada reflexión. No me duelen prendas al afirmar que somos unos cobardes, irreflexivos e inconscientes creyentes. Los miles y miles de mártires cristianos se han quedado en mera anécdota histórica y hoy día callamos o miramos hacia otro lado cuando los testigos fidedignos de Cristo son arrasados y ejecutados. ¿Hay miedo a correr el mismo destino? ¿No muy convencidos? ¿Cristianos de medalla in pectore y poco más?
    Un abrazo, amigo Vicente.

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  2. Sí, amigo José María, somos cobardes. Y, en muchas ocasiones, también hipócritas; como la avestruz, enterramos la cabeza en una prácticas religiosas egoístas y casi secretas y nos olvidamos de aquellos que, en casi todas las partes del mundo, sufren persecución a causa de su fe. Y más, por más sofisticada, en nuestro mundo hedonista y satisfecho, el occidental, que en vuelto en grandes y solemnes palabras (democracia, libertad de expresión, derechos de esto y de lo otro, etc.), atacan sin piedad a los creyentes, sin que nadie los defienda; ni siquiera los pomposamente llamados Estado de Derecho, que solamente defienden "lo políticamente correcto" y lo que les proporciona votos; es decir, poder. Gracias, José María, por tus reflexiones. Un abrazo.

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