11 de mayo de 2016. Miércoles.
PALABRAS FEROCES
Hablando bien la una de la otra, en Salinas de San Pedro del Pinatar. F: FotVi |
-Me gusta no herir, y menos con la boca, dijo el sabio.
Las heridas del cuerpo, si no matan, se curan; las del alma, casi siempre son
de muerte. La palabra puede herir tanto o más que cualquier otro utensilio, y con
más profundidad y saña, y haciendo que quede para siempre -quizá- la lesión. Y las
palabras que hieren, que cortan, que rebanan sentimientos, no se las lleva el viento. Herir sentimientos
con la palabra, es como acceder al alma de otro y violarla, arrancarle vuelos a
sus alas, precipitarla al vacío de la perplejidad y la incertidumbre. Yo,
Diario, pretendo no hablar mal de otros, para no revelar que en realidad de
quien estoy hablando mal es de mí; por lo que digo a las palabras: «¡Calla,
palabra, no digas de otro lo que yo soy!», y acallo así mis palabras feroces, malignas;
palabras que destruyen, destruyéndome (20:34:48).
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