26 de mayo de 2016. Jueves.
NUBLADO
Blanco de pan blanco, en el jardín. F: FotVi |
-Día del Corpus, uno de los tres jueves que brillan más
que el sol, y amanece nublado. Pero lo que brilla en el pan no es el pan, con
su corteza rugosa y su molla blanca, sino el bocado; ¡ah, morder el pan, o ese sacramento
de la claridad, en la boca! Por lo que deduzco que no es el día, sino el pan y
el misterio, los que dan esplendor y lujo a este día. Pero ida la mañana, el
sol sale y brilla con el pan, que se hace esplendor en la calle. En Toledo, por
ejemplo. Me recuerdo de niño, incensando el Pan (así lo llamaba yo), el día del
Corpus. Fui monaguillo. Mi obsesión, entonces, era que no faltara incienso en
el mirar inquieto del ojo del fuego del incensario. El humo me hacía toser; pero
no me importaba: el Pan era merecedor de esta humareda sagrada. Era un Pan
distinto, sin molla, pero yo lo comía con unción, cada domingo, con madre: me
sabía a algo hermoso y vivo en la boca. Lo comía y me hacía ser otro. Mejor: sólo
por un tiempo; pero ocurría. En casa, tras la guerra, se comía el pan de la escasez,
horneado de cebada o maíz, y con parquedad, no fuera a faltar. El pan blanco
con Dios dentro (así lo llamaba yo), lo comía en la iglesia. Al comerlo, tenía
que cogerme madre la mano, me aliviaba los miedos. Hoy, día del Corpus, Diario,
y con Proust de guía, he intentado ir «en busca de un tiempo perdido», y algo
he hallado de él (21:31:24).
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