9 de marzo de 2015. Lunes.
SE OYEN COSAS
Oyendo la piedra, en el Teatro de Éfeso. Turquía. F: Ch. Giner |
-A veces se oyen cosas, frases, y las dejamos ir, las dejamos pasar, sin
escucharlas. Se escucha, si se logra acomodar el oído al silencio interior.
Sólo si hay sensibilidad interior, se es capaz de escuchar lo que suena fuera
de uno. Oír la vida de las cosas, aun las menos ruidosas, como la lámpara que
alumbra la lectura o el mismo renglón vivo por donde transita lo escrito, es
sabiduría. Se escribe sin gritar y el resultado, a veces, es un grito terrible
y hermoso, que sacude sociedades y culturas. Porque más que leer, hay que escuchar
lo escrito. Escuchar donde nadie, o muy pocos oyen. Esta mañana en una emisora
(Cope) he oído unas palabras sabias, que me han hecho, interiormente, escuchar.
Eran palabras de una misionera en Mali, el lugar más pobre, dicen, de la
tierra. Y traducidas por mí, en mi alma, en el allá de mi interior donde oigo
todo (incluso lo que calla; digamos, Dios), ha venido a decir: «La infelicidad,
a veces, no es causada por lo que a uno le falta, sino por lo que le sobra». Mali,
pobre, y Europa, rica; y ella, misionera, tratando de plantar cara a esa
pobreza; pero conviviendo con ella e intentando hacer verdad lo que afirmaba: no
es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita. He oído, y, tras
escuchar, me han conmovido sus palabras, y su gesto: vivir en la pobreza para, desde
dentro, aliviarla y, en lo posible, allanarla, destruirla. «Una mesa, una
silla, un plato de fruta y un violín, ¿qué más precisa el hombre para ser feliz»?,
escribió Einstein, en una incursión por su sabiduría, que, por lo visto, Diario,
iba mucho más allá de la teoría de la relatividad y sus sucedáneos (20:17:27).