15 de junio de 2015. Lunes.
SUEÑOS DE LUZ
Y PAN
Humildes incendios, en el bosque. F: FotVi |
-Con el tiempo, he aprendido que escribir es emocionarse, y emocionar. Como
en el piano, se pulsan las teclas del corazón y se las deja que sangren, o que
exulten. Las teclas también lloran y ríen, y danzan. Toda palabra o tecla, si
se las pulsa con sabiduría interior, y no sólo técnica, siempre tienen algo que
decir en sus silencios y en sus formas. Las palabras las hace la técnica del
lenguaje, pero las dice el corazón. Las palabras nacen, crecen, se van
modelando, hasta que llegan al corazón del escritor y estallan en arte; sin
escritor, que ame, no es posible reinventar las palabras, y que sean arte, que
es lo que hace el artesano de la palabra, el poeta. El limo de la palabra
necesita del aliento del escritor para que cobre vida. Como entonces; el amanuense
escribió: «Dios formó al hombre con polvo del suelo (adâmah: suelo), e insufló en sus narices aliento de vida». El poeta
diría después que el polvo, la arcilla, la ceniza, se enamoran: «Polvo serán,
mas polvo enamorado». El aliento del poeta en la palabra es la inspiración
enamorada, cosa o temblor divinos, a la vez que comunión con el asombro y lo
que abrasa, o mata. Un verso es un incendio que puede iluminar o devastar, hasta
hacerse ceniza, pero, si enamorada, ceniza de la que puede brotar nueva vida,
una llama. Sin amor, no hay emoción, ni poesía, ni Dios; ni creatividad por
tanto, ni el hermoso y enorme susto de vivir. Y es que no sólo de sentidos vive
el amor. Que ¿por qué todo esto? Por la respuesta de una enamorada de la vida y
de la dignidad, ante una ofensa caprichosa y banal, y sórdida, y tísica, y con
baba de odio, y con mal olor de lenguaje podrido. Él es un tal Zapata, concejal
(y de Cultura) en el Ayuntamiento de Madrid; ella, Irene Villa, periodista y víctima
de ETA. Él pretendió ofenderla y ella le ha contestado con la paz de quien se
sabe, sin pretenderlo, en un estadio superior, donde no caben ni el odio ni la
venganza, ni la bajeza espiritual, y sí la altura de miras, los vuelos por encima
de cualquier duda u ofuscación; Irene ha contestado: «Soy la mujer explosiva»,
y ha sonreído; y, en su sonrisa, Diario, se ha sentido embellecida la alegría de
vivir, y de convivir, y de soñar sueños de luz y pan, y paz. Sueños, y pan, y
paz, se dan la mano (13:03:48).