11 de abril de 2016.
Lunes.
GORJEOS
Ángeles gorjeando. F: FotVi |
-Cada vez que en la homilía -ejemplo: misa del
domingo- surge el gorjeo de un bebé que parece intentar establecer un diálogo
conmigo, me alegro. Oigo el gorjeo y pienso de inmediato: «Dios está aquí», y
sigo haciendo palabra en mi boca la palabra de Dios; es decir, sigo exponiendo
la Palabra para hacerla y hacérmela entender, pero con la ayuda del gorjeo del
bebé. El gorjeo, me digo, es otra palabra, libre y sin árbitros, sin teología,
directamente modulada por Dios, gorjeada por Dios. Nunca insinuaré a una madre
que acalle el gorjeo de un niño mientras yo hablo, sería como pedirle a Dios
que dejara de prestarme su aliento, o su venia, para decir lo que estoy
diciendo; en todo caso, callaría yo y seguiría así la luz del gorjeo del bebé, su
orfebrería musical, en la que quizá gorjee el niño que un día fuera Dios. De
este modo, reivindico la presencia del niño allí donde estén sus padres; sobre
todo, Diario, si están en el templo: no hay signo más bíblico y pascual, y más
celebrativo. «Dejad que los niños se acerquen a mí», y los dejo que… gorjeen (21:42:07).