7 de septiembre de 2016. Miércoles.
UN POCO DE VUELO
Abriendo ruidosos palomares, en Torre de la Horadada. : FotVi |
-Hoy he salido a andar. Ando casi todas las mañanas,
con precaución y sin pasarme, meditativo. Ando lo justo para que no me
aterrorice la soledad. Salgo, me da la brisa en el rostro, a la que doy las gracias
y digo ¡hola!, y sigo mi camino, hasta que encuentro el mar y me regala su
visión, su violenta o sosegada visión, su, en apariencia, absoluta y azul indiferencia.
Pero el mar vigila. Lo he podido advertir esta mañana, cuando, contemplándolo,
me invitaba a recoger mi pensamiento y ponerme a meditar. Y voy y me pongo a
pensar en lo que he visto por el camino: un hombre de mediana edad que tosía,
le he dicho buenos días y me ha contestado, he visto cuatro gatos en tertulia
distraída (o la conjura de los gatos), un perro huidizo, «de mudo olisquear», buganvillas
y bignonias en las tapias de las casas, un nudo de gorriones piando y persiguiéndose,
y a Dios andando tras mis pasos, Dios con su prudencia, con sus mutismos, con
sus afonías, dejando que el hombre sea libre, aunque guiándole, si se deja. El
sol, entretanto, se ha empezado a asomar tras una pequeña nube, pausado, lento
como el Largo de una sinfonía, rielando sobre el mar, abriendo caminos por el
mar. Y, de pronto, todo ha sido plenitud, luz, sonoridad iluminada, claridad. Y
he recordado unos versos de Claudio Rodríguez: «Después abre ruidosos palomares
/ y ya es un día más». Un día más, Diario, y un poco más de vida, con los
ruidosos palomares que nos abre el sol, para que soñemos que también somos luz,
y, si nos ponemos, un poco de vuelo en alas de los sueños (20:15:41).