7 de junio de 2018. Jueves.
HERMOSOS
SUELTOS
Vigilando a la flor del cactus, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Ayer
llovió y esta mañana el sol se ha abierto pleno, como un girasol, en el cielo;
pleno pero fresquito; como si un helado se derritiera en las manos de un niño
goloso. He salido y he visto al sol enternecido, como si no quisiera calentar,
sino solo estar. Efectivamente: el sol estaba, pero no se le notaba; hoy, siete
de junio, era una ausencia presente. O una presencia ausente. Por algo suele
decirse -he recordado a mi madre-: «Hasta el cuarenta de mayo, no te quites el
sayo». Luego el sol se ha entonado, y ha cantado un tanto la traviata, amagando
con un calor pegajoso y tibio, resbaladizo. Y ya tenemos gobierno, que, como
todo gobierno, nos vigilará, se meterá en nuestra hacienda -esperemos que no en
nuestra intimidad-, nos saeteará con impuestos, velará por nuestra seguridad en
la carretera, se afanará por protegernos de nuestros enemigos, y se embolsará
hermosos sueltos, que por algo trabajan tanto, cobijándonos, como la gallina a sus
polluelos. Yo les deseo lo mejor; y, aunque ellos retiren crucifijos y biblias,
y se apresten a pecho descubierto a defender la constitución, yo rezaré por ellos,
porque ellos, no, pero yo sí creo, y es -como creyente- parte de lo que -con mi
peculio- me toca dar al César; es decir, arbitrios y cruz, o política, Diario, y
un poco de Dios, que «a Dios lo que es de Dios, y …» (19:40:29).