22 de septiembre de
2018. Sábado.
EL
LAGAR DEL ALZHEIMER
Luz entre sombras, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Me
fijo en ti, abuelo, que has perdido el control de ti mismo y has descarrilado
en el pavoroso y extraviado lagar del Alzheimer. Con la mirada absorta en no se
sabe qué y los recuerdos perdidos en el olvido, andas sin fijarte en nada o, si
acaso, en el roce de pluma de una caricia, que, de pronto, te lleva por un
instante a evocar un día de luz y de amor, un paisaje, una huella -ah, sonríe-; pero esta sonrisa se desvanece enseguida. En ti, abuelo, solo ocurre que pasa el tiempo, y que, conforme
avanza, te va dejando en la indiferencia, en una desgana infinita, que, sin
embargo, tú no sientes. Ni la mujer, ni los hijos, ni la iluminación de los
nietos, todo está apagado en ti, como una libreta emborronada de la niñez. Los
silencios te preceden y te siguen, vas como envuelto en una burbuja de nada, tropezando
en todo y sin sentir que lo has hecho. Te desvaneces en la inconsciencia más devastadora y cruel. Ni los ojos, ni las manos, ni los pies te sirven, solo la
ayuda de alguien que te quiere y te protege, que dice padre o abuelo, y te
ofrece el brazo para que te apoyes en él, y así te guía, y así te dice que te
quiere. Ayer fue el día dedicado al recuerdo de esta enfermedad, que debería
despertar letargos y gobiernos, para tratar de darle solución, una salida a la
esperanza. 800.000 enfermos en nuestro país, Diario, llaman a la puerta de la Administración solicitando
ayudas y programas que, al menos, atenúen el dolor y el aturdimiento que causa en
el enfermo, en su entorno, y en la sociedad. Abuelo, estoy contigo, en tu calle
sin salida, acompañándote, para decirte que te quiero y que miro por ti; no te preocupes: camina (11:59:25).