8 de febrero de 2020. Sábado.
EL TREN DE LA VIDA
Amanece, que no es poco. Murcia. F: FotVi |
-Los días pasan a una
velocidad de vértigo, como un viaje ilusionante (y en ocasiones triste) en el
tren de la vida. Cada vez que despiertas y te da la luz en los ojos, y te sabes
respirando, y con cosas que hacer, y proyectos que andan por tus sueños, el viaje es ilusión, y todo a tu
alrededor entonces es paisaje, conquista, vocación por tocar el porvenir. Tocar
el porvenir: como se toca la luz, o el amor. Con el corazón excitado,
produciendo latidos fuertes, y la mirada abierta y tan ancha como todo el
horizonte, con su nube y su mirlo, y su infinitud. Pero hay días en que todo
esto se tuerce, y llega la tristeza, como si mordieras el agrio del limón. Las
ilusiones se te van cayendo como un castillo de naipes, y la esperanza no ve
luz por ninguna rendija del espíritu. Todo es oscuridad, y barro. No son los
años, sino la desidia de muchos, el no querer ver la pobreza ni el llanto del
otro. Leo un informe del Relator de la ONU para la Pobreza Extrema y los
Derechos Humanos en España, y me invade el pesimismo. Dice: «Hay lugares –en
España – con peores condiciones que en un campo de refugiados». Y añade:
«España está fallando a los más vulnerables y no se toma en serio los derechos
sociales». Pero, sin embargo, acaba alabando «la joya del sistema de salud y el buen
nivel de las pensiones». Es decir, en un café muy amargo, un terrón de
azúcar. Esto es lo que me entristece: el sufrimiento del ser humano y la
tibieza de los poderes públicos en dar solución a los problemas. Entre tanto,
crece la ralea de ministros y ministrillos, sorbiendo, como abejas sin control,
el erario público. Y una pregunta: «¿De qué nos sirven tantos ministros y ministras?».
Sin embargo, con José Luis Cuerda, yo diría, Diario: «Amanece, que no es poco». Y con Dios, en el umbral de mi alegría (17:58:35).