3 de noviembre de 2021. Miércoles.
VOLVIMOS RIENDO
VOLVIMOS RIENDO
-El grupo de ancianos –¿de sabios?– de la Casa Sacerdotal fuimos
vacunados ayer: tercera dosis contra el covid y la vacuna de la gripe. Al ir,
caminábamos pensando en el pie que adelantábamos y en el que dejábamos atrás; o
sea, trabajosamente, como tanteando las pisadas. La vejez se cansaba en
nuestros pies, que hablaban el lenguaje de lo efímero, de lo extenuado. Quizá. Con
el salmo íbamos diciendo: «Al ir iban llorando, llevando las semillas». La
semilla de lo que fuimos: aquellas ilusiones, las bondades de Dios, lo que
hicimos y lo que dejamos de hacer, los pros y los contras de nuestras vidas, las
homilías lerdas, sin preparar, o las otras sabias, encendidas de amor y
cordura, meditación –recogimiento–, y trabajo, y gracia de Dios. O el Espíritu
Santo invadiendo, irrumpiendo en nuestra mente y corazón. Como el águila aletea
sobre sus polluelos, y los alimenta. Así nos inspiraba el Espíritu de Dios.
Caminábamos, pues, con el peso de los años y los recuerdos resbalando, bajando
a nuestros pies, haciéndolos pausa, y risas benévolas. Arrastrábamos la vejez y
reíamos –¡las vejez ríe!–, por no llorar. Aunque pienso: «¿Y por qué llorar, si
cuesta lo mismo reír?». Nos pincharon –la dulzura de una azucena joven–, y nos
volvimos riendo, «trayendo las gavillas». Recogida la cosecha de la vacunación,
volvimos y nos fotografiamos, como recuerdo y agradecimiento a una sanidad
pública y virtuosa, concebida para todo el que se acerca a ella, y la solicita.
En este momento me viene a la memoria, Diario, una máxima de Epicuro de Samos:
«No se ha de considerar dichoso el joven, sino el anciano que ha vivido una
hermosa vida» (11:56:22).