19 de mayo de 2017. Viernes.
MANZANA
Sabiduría y la manzana, en la biblioteca. F: Pisabay |
-Se me pudre una manzana
y la veo frustrada, triste, vencida: y es que las manzanas también sienten. ¿No
habéis visto como fruncen su semblante, cómo se arrugan y se apagan? Pudrirse
es como ir muriéndose en vida. O morirse del todo en vida. Podrida, la manzana
es arrojada al basurero, y, enredada con la escoria de lo sobrante, se va
confundiendo con lo descompuesto y queda a merced del mal olor de la muerte. La
manzana está para ser contemplada con ojos acariciadores y ser comida después. Primero
-con Eva- se descubre en el árbol -«y como viese la mujer que el fruto del
árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para la sabiduría»-,
y luego se come. Muerdes y se desgarra el fruto y se va formando una masa en la
boca; y, hecho pulpa, te lo tragas. Descartas el corazón y las pepitas de la manzana,
que se hacen basura, o, si la semilla cae en buena tierra, nuevo árbol. La
manzana, golosa y crujiente, nos mira desde la bolsa de la compra; y nos pide
que no la tiremos a la inmundicia, que allí se muere, y así no puede darle al
hambriento un bocado de luz y gusto que masticar. Según leo: 1.300 millones de
toneladas de basura que podrían alimentar a 870 millones de personas se
descartan cada año en el mundo -el pecado del descarte, papa Francisco-, pecado
en el que todos alguna vez hemos caído. No morder la manzana y dejar que se
pierdan su color y sabor -y su crujir-, y se haga podredumbre, es, Diario, aparte
de pecado, una torpe y lerda estupidez (18:50:24).