7 de diciembre de
2017. Jueves.
GATITOS
SOLITARIOS
El árbol, soñando ser Luna, en Murcia. F: FotVi |
-Pintaba, le quitaron la
escalera y quedó colgado de la brocha. Pataleando en el aire. Aunque, al poco,
se lo tragó el vacío. Porque la brocha pinta, pero no sostiene. Le ha pasado a
un tal Puigdemont, que andaba por Bruselas pintando y subido a la escalera, y
ahora va de caído y sin brocha a la agarrarse. No hay amor que cien años dure. Con
la supresión del juez Llarena de la euroorden de detención, Puigdemont ha
quedado compuesto y sin argumentos para seguir huido, se le ha hundido el
circo. Ahora, o es durante toda su vida el holandés errante, que huye de la
justicia, o vuelve por Navidad a la cárcel, su paraíso -cuando sea juzgado- más
divertido, quizá. Mientras, como no llueve, la contaminación va tomando
posesión de las grandes ciudades. Se va amotinando en avenidas, monumentos,
pulmones. La gente apenas puede respirar, y no ríe, se ahoga. Hay quien usa
mascarilla, y da la sensación de estar en un quirófano de muerte. O ser algo
-un animal- que no puede morder. O que se va mordiendo a sí mismo, hacia
adentro. Sus pulmones y sus tripas, como un virus maligno que los devorara. Y
la gente, por Navidad, compra y vende; quizá venda menos sueños y venda más
quincalla, objetos que, pasado el tiempo, no sirvan para nada. ¡Sueños! O
realidades hechas sueños que se tocan, que se besan, como la del amor, como la
de la familia, como la de la paz; sueños, Diario, que siempre, por Navidad, nos
llenan de ilusiones, y que alguna vez se cumplen. O no. Pero que, por unos
días, nos hacen ser más humanos y menos belicosos, y más niños en nuestro
corazón de niños grandes, perversos, a veces, pero siempre ilustres ilusos que persiguen
nubes y acarician utopías, como si éstas fueran tiernos gatitos solitarios,
mansos, sublimes, acicalados (11:29:29).