2 de octubre de 2019. Miércoles.
JUGUETES ROTOS
El coro de los Ángeles, en San Salvador de Cora. Estambul. |
-Esta mañana, al ir a
rezar, me he dado con los ángeles custodios: es su día, cuando la iglesia los
celebra. Celebrar a los ángeles es hacer fiesta por lo que no se ve, por lo
espiritual que nos roza, que nos habita, sin parecer estar. «El venía de no
estar / y en aquella estancia estaba; que sin ruido de su pie, / se notaba su
pisada», dice el poeta. El que a veces se manifiesten con forma corpórea se
debe, dice Santo Tomás, «a la intención pedagógica» que Dios tiene para con los
hombres. Y es que a veces lo invisible se hace visible para nuestra enseñanza,
para que «viendo», creamos. «De la tradición bíblica, pues, nace el sentido del
ángel protector, guardián y custodio». Sobre todo, de los niños. Dice Jesús: «Guardaos
de menospreciar a uno de estos pequeños, porque yo os digo que sus ángeles, en
los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre». Y si ven el rostro del Padre,
ven también el rostro de los niños, y sus risas, y sus lamentos, y sus sueños,
y sus vidas rotas por personas sin escrúpulos, que los reducen a objeto de placer
o en mano de obra barata; niños, pues, sin ángel, desvalidos, juguetes rotos desde
el inicio de sus vidas, muñecos caídos en el barro y la ignominia, y el llanto.
Yo pido a los ángeles custodios que cojan de la mano a estos niños y los
conduzcan por caminos de luz y vida, y, sin miramientos, Diario, proscriban a
los malvados que abusan de su niñez y de su inocencia, y que estos ángeles
miren a los niños como el rostro de Dios y a sus maltratadores como las cenizas
negras del infierno, su basura, su lepra, de la que todo el mundo huye (18:46:38).