8 de diciembre de 2019. Domingo.
SE SANTIGUA EL
AGUA
María, José y el Niño, emigrantes en Egipto. Cueva de la sal. Polonia. F: FotVi |
-Hoy prevalece la
pureza, se santigua el agua. Se hacen azules los pensamientos y los deseos
vuelan como palomas. Hoy se hace presente entre nosotros la perfección. Hoy
celebra la iglesia la Inmaculada Concepción de María, o el principio del
misterio de Dios que debía venir y habitar, poner su tienda, entre los hombres. Con
meticulosidad divina, Dios prepara su casa, su huerto cerrado, su santuario íntimo.
Durante nueve meses, Dios (todavía esperanza de madre) estará en ese vientre
tan «sellado y tan florido», que diría el poeta. Vientre solo abierto a Dios, a
su inspiración, a su Palabra aún callada, al esplendor de su Sabiduría. Allí se
formó, hecho carne de carne de mujer, el Amor. Después de ese Amor que nace de
María, nunca habrá Amor más grande ni más perfecto, ni más acogedor. Amor que tendrá
su epifanía en la Cruz, en la que da su sangre por Ternura, redimiendo, Jesús,
el Hijo de María. La sangre de Jesús es sangre de María, transformada, por
obra del Espíritu Santo, en sangre divina. San Zenón dice de Jesús, que: «Bajó purus (pureza) del cielo y sube carnatus (hecho carne) al cielo». Y
desde entonces, en la Santísima Trinidad hay una persona que es espíritu y
carne a la vez, algo así, dice José Maria Cabodevilla, «como una amapola
plantada en una inmensa superficie de cristal». Y vuelvo de nuevo, Diario, al
poeta que canta: «María Nochebuena, / trigal lleno de trigo, / parir al Dios
que salva, / qué gran cosecha ha sido» (11:10:52)