24 de noviembre de 2019. Domingo.
EL CALOR DEL LIBRO
Ángel barroco, niño, en Varsovia. Polonia. F: FotVi |
-El sol, otra vez en la
biblioteca, otra vez leyendo. Menos mal que lee y deja los libros, no se los
lleva. Aunque me gustaría ver al sol recorrer el cielo con algún libro bajo el
brazo. Y dejarlos caer allí donde tener un libro sea un acontecimiento inusual:
lugares donde no hay libros, pero sí hambre, y pobreza, y miradas extraviadas, y
la calle –mal libro para aprender– con los niños perdidos y hallados en la
miseria, ahí no hay libros, sino miradas desmedidas que se clavan y hieren. Como
vidrios rotos. Me gustaría que el sol, en su amable y bondadoso recorrido
otoñal, dejara libros en las esquinas de las ciudades, para que los niños sin
escuela los pudieran tocar, y sentir, y, con el tacto, amarlos. Después vendría
leer y oír las letras, saberlas, hacerlas juego y cuento, vida; pero, antes, Diario,
sentir el calor del libro, su valiosa y humilde sabiduría, su discreta llamada
a ser leídos, a darles la amistad (18:44:20).
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