miércoles, 20 de noviembre de 2019

20 de noviembre de 2019. Miércoles.
SILENCIO DE ABADÍA

Nevados y tapados, en Zakopane. Polonia. F: FotVi 

-Da el sol en los libros de la biblioteca y hace que estos, como el fruto en el árbol o la luz de la luna en el agua, destellen y se noten más. En la mañana el sol ha conseguido que la temperatura suba hasta los 8º en Murcia, en la que el invierno suele pasar de largo, sin detenerse, como las aves migratorias. Es como si llegara, mirara al río, su vaho caliente y ligero, y se subiera a sus alas y volara, a otra parte. Y sin embargo a mí me gustan el frío y la nieve, y las casas humeantes de los valles helados, y el silencio estremecedor que sigue a una nevada. Recuerdo haber visto en mi vida nevar tres veces: en Pliego, un 13 de mayo, 1957; en Javalí, en diciembre, 1965; y en Zakopane, Polonia, en octubre de 2010. Íbamos en el autobús camino de la montaña, con frío y el asombro en los ojos por la belleza que contemplábamos, cuando, de pronto, el cielo, vestido de blanco, empezó a desplomarse, sin ruido, como si unas hojas volanderas de libros mágicos se posaran en las cosas y las envolvieran de leyendas. «Se abre el libro de la nieve», me dije. Ante mí, como un paisaje de primera comunión inocente y festivo. Me gusta la nieve, Diario, porque tapa lo feo y realza la belleza de la levedad y porque a todos –árbol grande o pequeño, hormiga o lobo, montaña o valle– cubre por igual, instaurando en el mundo la afinidad, la igualdad, sin distinción ni infamia, sin guerras tribales, y con silencio de abadía (11:43:10).

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