22 de junio de 2020. Lunes.
¡ME PONGO EN CAMINO!
Puente sobre el río Neretva, donde nació la esperanza. Móstar. Bosnia-Herzegovina |
-Mermados el coro y la orquesta por la desaparición
de muchos de sus entrañables miembros –vencidos por el virus– podemos entonar,
sin embargo, el Aleluya de Haendel. Porque se han roto las cadenas. ¡Aleluya! Porque
hemos visto, acariciada y besada, y celebrada, la libertad. ¡Aleluya! Porque la
hemos aclamado. ¡Aleluya! El enemigo aún está ahí, pero también la libertad. La
libertad es más fuerte que cualquier pandemia o mano de hierro inicua, no
demócrata. A lo largo de la historia han sido multitud los que han dado su vida
o su tiempo por defender la libertad, y se han hecho rebeldes con causa. A mí
me gustaría beber de su vino, saciarme de sus frutos hermosos, morderlos con
avaricia de dulzura. Como el que le da vueltas a un hueso de melocotón en la
boca. Ejemplos: Mahatma Gandhi, que decía: «Sé tú el cambio que quieres llevar
al mundo»; u Oskar Schindler, el empresario alemán que salvó a cientos de
judíos de la gran vesania del tercer Reich; o Nelson Mandela, que se impuso a
las prácticas racistas con solo su perseverancia en vivir y dar la paz, y que
decía: «Siempre algo parece imposible hasta que se hace»; o el padre Jerzy
Popieluszko, sacerdote polaco, 37 años, asesinado por el régimen comunista, y
cuyo lema era: «No se puede asesinar la esperanza». Con la fe, Diario, la
esperanza es la última luz que nos queda en lo más íntimo de nuestro ser, en el
último valle de los sueños, en ese verso del poema que nos invita a decir: «¡Puedo!»
o «¡Me pongo en camino!» (19:02:13).