5 de junio de 2020. Viernes.
VIVÍA
Esperando el bocado, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi. |
-Se sueña, si se duerme. Me lo decía el día 2 mi
paisana Carmen Sabater en un comentario a mi escrito en El bosque Apócrifo, “Anoche soñé”. Contaba yo un sueño triste, una
pesadilla. Me veía de pobre en la cola, inmensa, en un centro de Cáritas, para
recibir un plato de comida. Triste. Carmen decía, sin embargo, que no le
importaba tener pesadillas, pues así sabía que había dormido. Anoche tuve una pesadilla,
que se repite de vez en vez. Tenía que celebrar misa y estaba atrapado en un
edificio de varios pisos con un ascensor caprichoso y mal intencionado. Se
paraba, o me llevaba adonde no quería, y la hora de la misa se acercaba inevitablemente.
Una angustia interior se iba apoderando de mí. Así he estado gran parte de la
noche, peleando con el ascensor y la hora, y con mi ansiedad. Es y ha sido mi
preocupación de siempre: no fallar. Hasta que ha tocado el despertador, con
tacto y mesura, como siempre. Y, ya despierto, he hecho: «¡Ay!», y he visto que
no tenía que celebrar misa, ni había ascensor, y, dando gracias, ¡he celebrado
que vivía! Ahora no sabría decir si el «¡Ay!» ha sido por dejar la pesadilla
atrás o por encontrarme con la vida, mordiéndola, saboreándola, escribiéndola,
como el que, con la misma avidez, Diario, muerde un limón, o escucha una bella
melodía (18:20:01).
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