17 de junio de 2020. Miércoles.
POR ENTRE OLIVOS
Olivo en flor, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Ayer salí al patio a pasear por primera vez desde
que empezó el confinamiento; iba con mascarilla y con prudencia y, a qué ocultarlo,
con miedo. Desde el 15 de marzo hasta el 11 de mayo, día en que salí
a la barbería a podarme la melena, había permanecido encerrado en casa. Ya me
dolían las cadenas. Sobre todo me dolían en la mente –¡oh, libertad!–, más que
en las manos. Y luego otra racha de enclaustramiento, esta vez desde el 11 de
mayo –con más grilletes–, hasta ayer 16 de junio. Ayer, por fin, salí y sentí la
naturaleza tan cercana que me dieron ganas de besarla: en el olivo. O morder
una aceituna y llenarme la boca de su crisma, es decir, de su aceite, con el
que se consagra nuestra cultura. Hay un refrán que dice: «El olivo, no es un
presidario, no lo trates con vara, sino con la mano». Y otro. «Cuando esté en
flor, no toque el olivo el labrador». Y Miguel Hernández: «Jaén, levántate
brava / sobre tus piedras lunares, no vayas a ser esclava / con todos tus
olivares». Ayer, mientras daba pasos por entre los olivos del patio, me venían
a la memoria estos temas que hablan de respeto por el árbol y de abrir rejas. Es
decir, de dar cabida en nuestra vidas a la paz, para que se sosieguen las conduzcas y se nos conceda, paseando por entre olivos, al atardecer, Diario, un poco de luz y esperanza (18:14:51).
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