3 de enero de 2021. Domingo.
CELEBRO LA VIDA
CELEBRO LA VIDA
-Se me alegra el alma y mi
lengua aplaude aleluyas, y los dice: «¡Aleluya!». Cuando el dolor vuelve a
cerrarnos las puertas de la libertad y a enmascarar el regocijo, y a llenar de
gel hidroalcohólico nuestras vidas, yo me ato a la esperanza, y digo: «¡Aleluya!”. Dejó
escrito Víctor Hugo, poeta romántico francés: «El sufrir merece respeto, pero
el someterse es despreciable». Pongo mi corazón a sufrir con el sufrimiento,
pero no me rebajo ante él, no doblo la rodilla: celebro la vida; celebro el acontecer de los brotes de luz: de
aquello que nace, aunque tenga que hacerlo como la planta: agrietando la nieve o
resquebrajando la tierra. Para que, al fin, germine la vida, como florecilla temblorosa
o como nido con crías que pían, y así surja, en cualquier paraíso de la
tierra, el dedo de Dios alentando el barro de Adán y la exuberancia –feliz parpadeo–
de las cosas. Aparecerán los profetizados cielos nuevos y la tierra nueva. Decía
San Pablo que había pecado, pero sobreabundaba la gracia. En un tiempo
relativamente corto, han venido, como maná del cielo, las vacunas. Dios nos da,
en la inteligencia de los hombres, la paloma de la esperanza. Ahí está mi luz, ahí
está el aleluya dominical que aplaudía, y que decía, mi lengua; ahí están, Diario,
los silencios de Dios, hablando, diciendo que es posible la alegría, con mi ¡aleluya! (17:54:26).