15 de diciembre de 2020. Martes.
SOL DE JUSTICIA
SOL DE JUSTICIA
-Jesús de Nazaret –el Cristo–: o el sol de justicia.
Así lo llama la Escritura en varias ocasiones. En el evangelio de San Lucas,
canta Zacarías, padre del Bautista: «Por la entrañable misericordia de nuestro
Dios, / nos visitará el sol que nace de lo alto». Es decir, de lo más íntimo de
la misericordia de Dios, de sus entrañas de amor y padre, nace y nos visita el
sol de justicia – como lo llamara el profeta Miqueas–, que viene de lo alto. Sol
que iluminará las tinieblas, y guiará nuestros pasos por caminos de paz, y nos
corregirá y amará, y abajará montes y subirá valles, y, desde la equidad, todo
lo nivelará. Sale el sol y todo lo colma, desde la montaña más alta al más
humilde de los seres vivientes. El sol nace humilde, pero se extiende poderoso,
intenso, por toda la tierra, como una inundación de gracia y de luz, de vida excitada
en sus rayos. La vida que él porta, la da gozosamente –gratis, sin cargo– a
todo ser que alienta, sea escorpión o paloma, bosque o acantilado, palabra o
libro. Veo al sol aparecer por el horizonte, y, ante su luz desprendida –alegre
con discreción, ruidosa sin ruido–, me imagino a Jesús como el sol que viene de lo alto, para impartir
justicia, con amor: justicia que libera. Para que no ocurra lo que decía Santo
Tomás de Aquino: «Justicia sin misericordia es crueldad»; lenguaje áspero este, con largas espinas, como el trigo en la espiga antes de ser molido:
el santo de Aquino, Diario, no engaña, advierte (11:58:39).
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