17 de diciembre de 2020. Jueves.
MI BELÉN
MI BELÉN
-A pesar de la pandemia, corremos ilusionados hacia
el portal de Belén, en el que esperamos encontrarnos, como un golpe de luz, al
Amor hecho Niño: es al evangelio de la fragilidad que sonríe. En un Nacimiento
van y vienen multitud de personajes, humildes y grandes, desarrapados y
solemnes, todos asombrados; figurantes que adoran y que comen, que balan y
alumbran, que dan calor y que enfrían, que corren como el río o que llegan de
la lejanía, expectantes –adviento–, como los Magos. En un Belén hay paja y musgo,
y una mula y un buey, y una viejecita con presentes que tropieza con su falda y
no cae, y sigue, y pastores y aldeanos, con sus ofrendas, y un ángel volador
que señala al recién nacido. Están José y María, los padres, que, gozosos,
adoran. Y también hay un Niño, que gorjea y ríe, y que, alguna vez, llora, y
tan pequeño, que parece un poco de pobreza celeste bajada a la tierra: como adorno,
aderezo, de Dios para el Belén. Pero falta algo, una leve pulsación, que ve y
no es vista: el latido de mi amor, que quizá quepa en el Belén, si el
Niño lo deja que esté. ¡Mi amor, en el Belén! Con este pensamiento, con estas dudas lastimando
mi interior, hice, hace años –2001–, este poemilla de admiración y humana esperanza,
y que titulé Mi Belén. Y que dice
así:
En este belén que yo hago,
pongo a José y a María,
y al Niño para que ría
cuando le mire el Rey Mago.
y al pastor con el cordero,
por llegar él el primero
a adorar al Niño rey.
pongo, que de ella vestido
el Niño Dios ha nacido,
símbolo de su realeza.
con el Mago y el pastor,
oh Niño, pongo mi amor,
si tú lo dejas que esté.
Es lo que faltaba en este Belén de la tierra, Diario: mi amor, tu amor (11:49:15).
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