13 de octubre de 2022. Martes.
LA SUPERSTICIÓN DEL ANTIBIÓTICO
LA SUPERSTICIÓN DEL ANTIBIÓTICO
-El lunes, salíamos de casa, los más, apoyados en el bastón; los menos, con paso lento y ligeros de equipaje. Jadeantes, llegamos todos al Centro de Salud, en Vistabella, sin más sobresaltos, que el de la ancianidad. Doscientos metros escasos; para nosotros, sin embargo, como un gran maratón. Allí nos esperaba Pedro, el enfermero, vestido de blanco, como los ángeles que, sin dejar el cielo, se instalan en la tierra, como ayuda y guía, como ungüento que cura. Éramos seis o siete octogenarios, y esperábamos a que nos vacunaran con la cuarta dosis contra el covid y la correspondiente contra la gripe. Me fijaba en la gente. Una madre joven y su bebé en el carrito, gorjeando y mirándose las manos, para, al instante, contraer el gesto y echar una lloradita. La madre, presta, se inclina y le pone el chupete: el bebé se calma. Unos cuantos ancianos, torpes como patinadores inexpertos en una pista de patinaje, se acercan a la ventanilla a reservar cita con el médico. Todo es como una madeja que se va desliando. Los bebés, llorisqueando, y la ancianidad, remoloneando. Como diría Leila Guerreiro, en un artículo titulado Hospital: «Pienso en la tribu. Cuántos de nosotros vendremos a este lugar buscando la superstición del antibiótico, la destreza de la radiografía, y saldremos muertos». Es la insistencia en nuestro anhelo de inmortalidad; aún no nos hemos dado cuenta de que seremos inmortales, pero de otro modo. Despajados de la cáscara, del cuerpo, seremos solo espíritu, solo soplo de Dios, solo realidad espiritual. Los ancianos de la Casa Sacerdotal, Diario, llegamos a la hora justa al Centro de Salud y volvimos, sin más incidencia que nuestra senectud; y dando gracias, por el milagro de vivir (12:30:26).