2 de octubre de 2022. Domingo.
SIN ASIDEROS
SIN ASIDEROS
-Una vez más octubre; y yo, con un año más que echarme a la espalda, al
ánimo, a la decepción, quizá; no me gusta cumplir años porque son años
descontados a la vida. Contar y descontar; de ochenta me llevo ocho, menos ocho,
y de setenta, siete, y así, hasta volver al año cero: al bello y estremecido
año en que ocurriera aquello que llamaron primer latido y que diagnosticaron
como vida, una vida nueva, mi vida. Y con la vida, la muerte. Y no es que yo
tema las postrimerías o novísimos (que no serán tan nuevos, cuando son tan
viejos); temo, por el contrario, no haber negociado bien el principio y el
intermedio de mi vida, con todos sus alrededores, y quedar, al final, con los
ojos y los pasos vacíos, y las manos, tal vez, sólo con una brasa o palo
ardiendo al que agarrarme; es decir, sin asideros. O con sólo uno: el de la fe,
que mueve montañas y abre cielos, aunque sean cielos nuevos y tengan, por ser
el amor su única vía de llegada, accesos tortuosos y difíciles, pero
asequibles. Hoy, en la misa, se oía esta petición urgente por parte de los discípulos
a Jesús: «¡Señor, auméntanos la fe». Petición, Diario, a la que me sumo (18:02:45).
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