23 de septiembre de 2022. Viernes.
HABLAR AL
SILENCIO
-Me despierto,
toso, siento un poco de fresco, cojo el embazo de la sábana y me la subo hasta
el cuello. «Ha llegado el otoño», me digo, aliviado. Y, cambiándome de lado en
la cama, me duermo con la placidez y sosiego de la hoja que cae del árbol. Desligada
del árbol, la hoja se posa en tierra sin ruido y sin aspavientos, en silencio. La
primavera y el otoño son las estaciones de los colores. Dijo Albert Camus: «El
otoño es una segunda primavera, en el que cada hoja es una flor». En primavera
se oye más el alboroto del cantar de los pájaros; en el otoño, los silencios de
las cosas. Le preguntaron a un ermitaño con fama de sabio: «Estando en soledad,
y en esta desolación, ¿a qué o a quién habla?» Y contestó: «Al Silencio; le
hablo, y él me contesta. El Silencio nunca defrauda: oye, escucha, y responde».
Aquel ermitaño tenía fama de sabio, y lo era: hablar al Silencio (con
mayúscula), para que, al hablarle diera una respuesta, y así forzarlo a romper
sus inquietantes y hermosos mutismos. San Juan de la Cruz escribió: «Una
palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno
silencio, y en silencio ha de ser oída del alma». El espíritu, en nosotros, es
silencio y nos habla: nos señala el camino a seguir. Orar en silencio, Diario,
es entrar en el silencio de Dios e intentar escucharlo, conscientes de que responde (17:58:56).
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