27 de septiembre de 2022. Martes.
UNA CIERTA TRISTEZA
UNA CIERTA TRISTEZA
-En la madrugada del domingo al lunes, llovió intensamente en Murcia. Hacía
meses que la lluvia huía de nosotros, como la paloma huye del halcón. Los
campos estaban agrietados, sedientos, como desiertos. Un trueno desgarrado en la noche y la
lluvia se desató, gruesa, poderosa. Daba en los cristales de la ventana, como
si quisiera entrar y meterse en mi sueño. Una pesadilla. «Por fin llueve», me
dije, y me dormí. A la mañana siguiente, leo la prensa y me entero del drama de
las inundaciones, de las catástrofes humanas que ocasionó. Quedaban nubarrones
en el cielo, pero nada de lluvia. Investigo y descubro lo ocurrido en Javalí
Viejo, donde vive mi familia más cercana, y donde les asistí como párroco durante quince años.
Por eso, acontecimientos como este me duelen más. Se llamaba Antonio y dormía
en el salón de su casa. La lluvia reventando muros, entró en sala donde
descansaba y lo arrastró. Hubo personas que lo vieron pedir auxilio cuando lo
arrastraba el agua, sin poder hacer nada. Un amigo de Javalí lloraba al
recordarlo, desesperado. Aquí cabrían los versos de Cesare Pavese: «Descenderemos
al silencioso remolino. Bajaremos al abismo.» La naturaleza, a veces, es cruel,
terriblemente hermosa y cruel. La naturaleza crea cascadas, bosques, desiertos,
y alguna vez tragedias; pero la naturaleza, casi siempre avisa. La estamos
degradando y ella nos advierte, nos dice que no sigamos por el
derrotero de su destrucción, que, si ella muere, también nosotros.
Lloro la desgracia de Javalí Viejo, la muerte de Antonio, el dolor de tantos,
todos amigos; lloro y rezo, y pido, Diario, que, si es posible, no vuelva a
ocurrir. Solo me quedan el silencio y «una cierta tristeza», con lágrimas (12:59:03).
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